El modelo de desarrollo turístico imperante ha dejado durante décadas su impronta de ladrillo y hormigón sobre el territorio, alterando y restando capacidad funcional a los ecosistemas, destacando de entre ellos los costeros al ser el turismo de sol y playa el tipo mayoritario en nuestro país. Hay que dar un giro y apostar por nuevos modelos para asegurar la sostenibilidad del sector.
Acaba de comenzar el verano y con él la afluencia masiva de turistas a nuestro país. Tras el bache que supuso la pandemia de Covid19, las expectativas para 2023 sobre el volumen de visitantes que crucen nuestras fronteras son halagüeñas. Tras cerrar el primer trimestre del año con 13,7 millones de visitantes internacionales , algunas fuentes apuntan a que el año podría cerrar con 85 millones de turistas extranjeros. Se superaría así el récord de 83,7 millones registrado en 2019, año en el que el turismo aportó a la economía nacional un 12,4% del PIB y un 12,9% del empleo. También en 2019, la huella de carbono atribuible a la actividad turística alcanzó las 47.825 ktCO2 eq, el 14,2% de la huella de carbono total de España. De ella, más del 43% correspondía al transporte, especialmente al aéreo y al terrestre por carretera, principales modalidades empleadas en el desplazamiento hacía y dentro de los destinos turísticos y una de las principales fuentes de gases de efecto invernadero (GEI).
El modelo de desarrollo turístico imperante ha dejado durante décadas su impronta de ladrillo y hormigón sobre el territorio, alterando y restando capacidad funcional a los ecosistemas, destacando de entre ellos los costeros al ser el turismo de sol y playa el tipo mayoritario en nuestro país. Así, en algunas comunidades autónomas como la de Valencia, casi las tres cuartas partes de su línea de playa se encuentran urbanizadas. A esta ocupación espacial y de sellado del territorio, se suman la pérdida de otros usos del suelo, la competencia por los recursos y la generación de residuos, el encarecimiento de los precios y las dificultades de acceso a la vivienda entre otros efectos indeseables del turismo. En el plano de la calidad del empleo la Hostelería se caracteriza, en general, por sus malas condiciones laborales: turnos partidos, amplios horarios, cargas de trabajo excesivas que inciden sobre la salud del personal, trabajo en fin de semana y festivos…a las que acompaña una tasa de parcialidad del 24% muy superior al 13,5% de la economía española.
Es evidente que el turismo en nuestro país tiene importantes problemas sin resolver y retos pendientes, incluido el de su descarbonización, máxime cuando las políticas de la Unión Europea (UE) se han marcado la reducción de sus emisiones de GEI en un 55% para 2030 con respecto a 1990, y que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, pendiente de actualización, se fija el objetivo de reducir esas emisiones para España en un 23%.
Junto al reto de la mitigación se encuentra el de la adaptación al cambio climático. El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030 apunta que el sector turístico se va a ver a afectado por el cambio climático debido al impacto sobre recursos claves que sostiene al sector, como las playas o la nieve; las infraestructuras turísticas, especialmente las emplazadas en zonas costeras; y la demanda, que se puede ver reducida por la pérdida del confort térmico sobre todo en los núcleos urbanos.
La vertiente ambiental del turismo está siendo abordada por planes a nivel local y regional, cuyo grado de ambición y estado de desarrollo difiere según los territorios. A nivel estatal el “Plan de Modernización y Competitividad del Sector Turístico”, encuadrado en el Plan de Recuperación Transformación y Resiliencia (PRTR), y la “Estrategia de Sostenibilidad Turística en Destinos 2030” persiguen la recuperación, modernización y sostenibilidad del sector turístico con la ayuda de los fondos de la UE destinados a la recuperación económica post-pandemia. Esta planificación integra la acción climática en el eje de la sostenibilidad ambiental, que junto a los de sostenibilidad económica y social, compone el concepto de sostenibilidad.
La percepción, desde los destinos turísticos, sobre la acción climática que está desarrollando en ellos el sector del turismo, de su situación actual y perspectivas de futuro, ha sido el objetivo principal de los talleres desarrollados en diferentes territorios por ISTAS-Fundación 1º Mayo en colaboración con CCOO entre febrero y junio de 2023. Estas sesiones se enmarcan en el proyecto “Transición energética y movilidad descarbonizada para un turismo sostenible”, financiado por la European Climate Foundation. Los destinos elegidos están vinculados a tres tipos de turismo: el de sol y playa, modalidad fundacional y responsable del 70% de de la actividad turística; el urbano, caracterizado por la oferta de recursos culturales, de entretenimiento y restauración; y el turismo rural, que en los últimos años ha experimentado un importante incremento y se puede dibujar como posible alternativa al turismo convencional.
Los emplazamientos seleccionados fueron Benidorm, ejemplo del turismo masivo de sol y playa; Málaga, capital de la Costa del Sol donde confluyen turismo litoral y urbano; Barcelona, paradigma del turismo urbano; y León, como punto de referencia para la Comunidad de Castilla y León en la que el turismo rural está teniendo un notable desarrollo.
En las sesiones participaron diferentes actores involucrados en el turismo: representantes de la administración, de empresas, de sindicatos, del tercer sector y de la academia. Si bien cada destino tiene sus propias peculiaridades, de los talleres celebrados se pudieron extraer las siguientes conclusiones comunes a todos ellos:
- El cambio climático supone una severa amenaza, tanto para el turismo como actividad económica, como para los trabajadores del sector y para la población de los destinos turísticos en los que se desarrolla.
- Urge incrementar e implementar medias de mitigación y adaptación al cambio climático en los destinos vacacionales.
- Hay que transitar hacia otro modelo de turismo en el que la acción climática sea un pilar fundamental.
- Es necesaria una mayor coordinación entre todos los niveles de la administración para el establecimiento de políticas, estrategias, objetivos y actuaciones climáticas urgentes.
- Urge una planificación turística rigurosa en el medio y largo plazo que contemple elementos tales como las capacidades de carga, las limitaciones de recursos de los destinos, las desigualdades territoriales, las necesidades de los ciudadanos, las externalidades del turismo y la integración de las actividades turísticas con otros usos del suelo.
- Esa planificación del turismo, su implementación y evaluación, debe hacerse en un marco de cogobernanza que de un papel activo y determinante a los habitantes de pueblos y ciudades.
- Se necesita reducir la presión sobre destinos o enclaves saturados aplicando medidas regulatorias que limiten el número de visitantes cuando su capacidad de carga se vea superada.
- Para lograr la descarbonización del sector hay que impulsar medidas alternativas al transporte en avión y en automóvil convencional, tanto para acceder a los destinos como para desplazarse dentro de ellos. Ello significa promocionar el ferrocarril, el transporte colectivo, el coche eléctrico compartido, y otros modos de movilidad de bajas o nulas emisiones. Igualmente se debe promocionar el turismo de proximidad y el alargamiento de las estancias.
- Deben mejorarse las condiciones laborales de los trabajadores del sector, procurando una mayor profesionalización y estabilidad.
- Se necesita regular y controlar, de manera efectiva y cuanto antes, los alojamientos turísticos, cuyo rápido crecimiento está contribuyendo a comprometer la calidad de vida y el acceso a la vivienda en los destinos.
- Hay que generar una nueva cultura del turismo, más sosegada, y sustentada sobre valores de responsabilidad, respeto y empatía hacia los destinos.
Estas conclusiones ponen de manifiesto la urgencia de que el turismo requiere de una transformación profunda y urgente. Una transición destinada a reducir su vinculación con los combustibles fósiles, aumentar su resiliencia, aliviar la presión que ejerce sobre recursos y ecosistemas, lo concilie con los territorios por los que se extiende, posibilite su compatibilidad e integración con otros usos y actividades productivas, y rompa con su monopolio sobre la economía local. Un cambio radical que conlleva impulsar la diversificación económica de los territorios, y que debe concebirse y llevarse a cabo bajo los principios de la transición justa, contando con todos los afectados y evitando que a lo largo del proceso nadie se quede atrás.
Playa de Benidorm. Sostenibilidad y turismo