En este artículo revisamos las intervenciones que se están realizando desde las distintas administraciones públicas con competencias sanitarias ante los riesgos que plantea para la población los efectos del cambio climático.
l Quinto Informe emitido por el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés) correspondiente al año 2014, afirmaba que “la salud de millones de personas puede estar en riesgo por incrementos en la incidencia de la malnutrición, la meteorología extrema (olas de calor y frío), las enfermedades diarreicas, los problemas de corazón y respiratorios provocados por niveles de ozono troposférico inducido por las condiciones climáticas, así como por al extensión de algunas enfermedades infecciosas (entre ellas, las transmitidas por vectores)” 1 .
Ante esta amenaza ya se están produciendo en España algunas respuestas. Por un lado, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente crearon el Observatorio de Salud y Cambio Climático (OSCC) y editaron el libro “Impactos del Cambio climático en la salud”, en el año 2013.
Más precoz fue la Sociedad Española de Sanidad Ambiental (SESA). En el año 2012, contribuyó a este debate con el libro Cambio global en España 2020/50: Cambio climático y salud 2. Entre las respuestas de adaptación que se están dando desde los departamentos de salud pública de las Comunidades Autónomas, merece la pena reseñar las siguientes:
Polen
El aumento de la temperatura de la superficie terrestre, tal como pronostican los escenarios del cambio climático, favorecería el crecimiento de las plantas, del mismo modo que la mayor presencia de dióxido de carbono en la atmosfera podría actuar como fertilizante de las mismas. Estas condiciones podrían alterar las emisiones polínicas, elevándose las concentraciones máximas atmosféricas, así como producirse periodos de polinización más duraderos, como consecuencia del adelanto de las fechas de inicio de la polinización. Además, los inviernos más suaves posibilitarían mayor presencia atmosférica de los tipos polínicos invernales. Por otra parte, no solo se incrementaría la producción polínica sino que, gracias al aumento de las temperaturas, también se acrecentaría la capacidad alergénica de los granos de polen, según muestran algunos estudios.
Desde diferentes iniciativas se fueron configurando en España sistemas de vigilancia del polen; todas ellas cuentan ya con más de 20 años de existencia. Unas redes están vinculadas a la actividad investigadora de la universidad, otras a los intereses clínicos de los alergólogos y neumólogos; otros, por fin, a los intereses de las estrategias de programas de salud pública, como es el caso de la red Palinocam de la Comunidad de Madrid, que nació vinculada al Programa de Prevención y Control del Asma en esta Comunidad.
La vigilancia aerobiológica tiene varios fines, uno de los cuales es la difusión de la información. Esta difusión cumple un doble objetivo en el caso de los alérgicos: información y posibilidad de adopción de medidas preventivas, cuando procede. Por otro lado, los datos que proporcionan las redes de vigilancia son de gran valor para los estudios ambientales, fenológicos y aerobiológicos.
Temperaturas extremas
Si bien eran conocidos los efectos de los extremos térmicos en la salud de las personas, fue la ola de calor del verano del año 2003 la que sirvió de detonante para considerar la temperatura como una variable más en el trabajo de la salud pública. Países como Francia, Portugal, Italia o España se vieron muy afectados incrementándose de manera relevante la mortalidad. La población más vulnerable a las temperaturas extremas son los niños y los ancianos, pero son sobre todo estos últimos los que se ven más afectados porque muchos de ellos padecen enfermedades crónicas y viven solos.
En España, un primer estudio epidemiológico realizado a finales del año 2003, contabilizó en casi 6500 personas el exceso de fallecimientos sobre lo esperado en el período junio-agosto. Estudios posteriores cifraron esta cantidad en más de 13.000 3 4 .
La exposición a elevadas temperaturas provoca efectos directos en el organismo, el más grave de los cuales es el “golpe de calor” que es una enfermedad/síndrome caracterizada por una elevada temperatura corporal de origen central, que se incrementa por encima de 40º C, y con una disfunción del sistema nervioso central que resulta en delirio, convulsiones o coma, e incluso la muerte.
Las Comunidades Autónomas, en el ejercicio de sus funciones, han promulgado sus planes de actuación frente a olas de calor, siguiendo las pautas (o al menos en parte) del Plan nacional. Las intervenciones se organizan en base a diferentes niveles de riesgo, estableciendo en la mayoría de los casos, tres niveles de intervención, en las que participan de manera coordinada las diferentes instituciones implicadas, tanto sanitarias como sociosanitarias.
Control vectorial
Cambios en el ambiente provocados, en gran medida, por el ser humano, como el cambio climático, están permitiendo que determinados vectores se estén ubicando en nuestro país, entre ellos el “mosquito tigre”. Bajo la denominación popular de “mosquito tigre” se encuentra el vector Aedes albopictus que, a decir de los expertos en Entomología, “se está expandiendo extraordinariamente en los últimos años en todos los continentes”.
Su picadura produce lesiones con fuerte componente inflamatorio y prurito, originando en ocasiones reacciones alérgicas graves. Sin embargo, el principal interés sanitario de este mosquito radica en su capacidad para transmitir agentes patógenos: arbovirus como el Dengue, Chikungunya o el Zika.
Varias Comunidades Autónomas tienen implantados Programas de Vigilancia Entomológica y Control sanitario-ambiental de vectores transmisores de estos arbovirus. En el caso de la Comunidad de Madrid, este programa cuenta con varias actividades:
Muchos más aspectos que el polen, las temperaturas extremas y el control vectorial deberán ser abordados desde salud pública, para dar respuesta al conjunto de riesgos derivados del cambio climático y ello, debe conllevar un liderazgo desde el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
1. IPCC, 2014: Cambio climático 2014: Impactos, adaptación y vulnerabilidad – Resumen para responsables de políticas. Contribución del Grupo de trabajo II al Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático [Field, C.B., V.R. Barros, D.J. Dokken, K.J. Mach, M.D. Mastrandrea, T.E. Bilir, M. Chatterjee, K.L. Ebi, Y.O. Estrada, R.C. Genova, B. Girma, E.S. Kissel, A.N. Levy, S. MacCracken, P.R. Mastrandrea y L.L. White (eds.)]. Organización Meteorológica Mundial, Ginebra, Suiza.
2. Martí Boscà JV, Ordóñez Iriarte JM, Aránguez Ruiz E, Barberá Riera M. Cambio Global España 2020/50. Cambio climático y salud. Fundación General Universidad Complutense de Madrid. Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud. Sociedad Española de Sanidad Ambiental, Fundación Caja Madrid. Madrid, 2012.
3. Martínez Navarro F, et al. Valoración del impacto de la ola de calor del verano de 2003 sobre la mortalidad. Gac Sanit 2004;18(Supl 1):250-8
4. Carmona Alférez, R., Díaz Jiménez, J., León Gómez, I., Luna Rico,Y., Mirón Pérez, I.J., Ortiz Burgos, C., Linares Gil, C. «Temperaturas umbrales de disparo de la mortalidad atribuible al frío en España en el periodo 2000-2009. Comparación con la mortalidad atribuible al calor». Instituto de Salud Carlos III, Escuela Nacional de Sanidad: Madrid, 2016.