La economía circular propugna el cambio del actual modo de producir, lineal y abierto, por otro que se adapte a los ciclos naturales, tanto a sus límites físicos- escasez de recursos - como ambientales- usos contaminantes y capacidad de asimilación del medio-. Para ello, hay que impulsar que materias primas y productos formen parte de un ciclo en el cual todos los materiales alimenten nuevos procesos. Es lo que se denomina ciclos cerrados o cerrar el círculo.
Este cambio necesita de un proceso de innovación y rediseño de procesos y productos, teniendo en cuenta los componentes empleados, la sustitución de sustancias peligrosas, las posibilidades de reutilización, reparación, recuperación y reciclado de los mismos y el empleo de energías renovables.
Todos estos postulados están siendo ya incorporados en diferentes planes, estrategias y normativas europeas, condicionando a corto y medio plazo el desempeño de las actividades de las empresas europeas. En este sentido, la aplicación del paradigma de la economía circular en los procesos industriales está adquiriendo una dimensión muy importante y trascendente para la viabilidad a futuro de muchas actividades productivas. Y esto tiene una clara traslación al trabajo sindical a desarrollar en este contexto.
Para ello, la acción sindical para promover y colaborar en la implementación de la economía circular en los centros de trabajo requerirá de conocimientos específicos en cuestiones ambientales de los representantes legales que intervengan en este ámbito y la meta a alcanzar debe ser la de la especialización en este terreno, con el reconocimiento entre la representación legal de los trabajadores de la figura del delegado de medio ambiente.
Con independencia de lo anterior, la representación legal de los trabajadores debe intervenir en este contexto: