Alternativas a la gestión de los residuos orgánicos: entre la competencia municipal y la transición agroecológica

Franco Llobera Serra. Asociación Economias Bioregionales, asistencia técnica de FEAGRA-CCOO y de la red de Municipios Agroecologicos TERRAE

El reto del reciclado de los residuos orgánicos urbanos es probablemente el mayor en términos de volumen, de costes ambientales, y de relativa facilidad de reciclado y recorte de gastos de todo el complejo escenario de la gestión de residuos en España.

En la Ley 22/2011, transcripción de una Directiva Comunitaria de obligatorio cumplimiento, se plantea la exigencia de incrementar hasta un 50% el porcentaje de residuos que deberán ser reciclados en 2020. El objetivo a largo plazo, revisable al alza en los próximos años, es alcanzar el 65% de reciclaje para el conjunto de los residuos en 2030. Aproximadamente la mitad de los residuos urbanos son orgánicos, incluyendo hogares, cocinas y parques y jardines. En la fracción orgánica, y en la mayoría de comunidades autónomas, el alcance de reciclado no llega al 10%. La ley de residuos también apunta a que el termino compost ya no se puede emplear para el resultado de tratar el cubo de restos, y solo es aplicable para el tratamiento de la recogida selectiva de los residuos estrictamente orgánicos (cubo marrón).

Aunque las comunidades autónomas tengan que realizar planes para el periodo 2017-2023, la competencia de gestión es de las administraciones locales, y de ellas dependen los modelos para cumplir estos objetivos y reducir el coste de gestión que se sitúa entorno a los 200 a 300 €/t. Una parte del coste deriva de los ingresos por tasas, pero en muchas ocasiones las diputaciones o las comunidades autónomas recaudan o cofinancian con otros recursos estos costes para evitar la mala prensa de altas tasas de basuras en los ayuntamientos. Otra de las tendencias implícitas en la Ley es que a las contratas de gestión se pague por tonelada, ahorrándose lo que no se genere (en la actualidad y mayoría de casos se hace por habitante lo que no estimula el objetivo de reducir generación). La lógica de la ecoeficiencia y la propia tendencia de las recomendaciones, es que los ciudadanos paguen vía tasas el 100% de los costes de gestión y que estos sean transparentes. En la actualidad en la mayoría de provincias y municipios no se sabe (ni se plantean saber) el coste total real y los escenarios de incremento inminente de transparencia y costes que la normativa impondrá. Es cierto que en materia de residuos España, tal vez salvo Catalunya y Navarra, siempre ha incumplido a la hora de cerrar o adaptar los vertederos, los objetivos de reciclaje u otros indicadores de los planes de residuos.

Los objetivos de cambio de modelo y de tratamiento de los residuos orgánicos venían recogidos en el Plan Nacional Integrado de Residuos PNIR 2007- 2015. Las medidas consideradas reconocían que la recogida selectiva es un elemento esencial para aumentar el reciclado, incidiendo de forma especial en las siguientes:

  • Establecimiento de acuerdos voluntarios, convenios de colaboración, proyectos piloto para implantar la recogida selectiva de la fracción orgánica y de residuos verdes de parques y jardines en municipios, grandes generadores, HORECA, entornos rurales, zonas aisladas e insulares, etc.
  • Adopción de una norma española sobre recogida selectiva de fracción orgánica, tratamiento biológico y producción de compost de calidad.

Durante el período de vigencia del Plan estaba previsto incrementar la cantidad de fracción orgánica recogida selectivamente con un alcance mínimo a 2 millones de toneladas para destinarla a instalaciones de compostaje o biometanización. Los resultados, aun sin cuantificar por parte del Ministerio, están muy lejos de haberse logrado.

La clave de un proceso de gestión diferentes y de una línea de ruptura y mejora de los ciclos de la materia orgánica, pasa necesariamente por implementar sistemas de recogida selectiva de esta fracción. Esta es la principal dificultad a que se enfrentan la mayoría de administraciones. Pero no es la única, más allá de la modalidad de separación y recogida en origen es muy relevante el modo de tratar y recircular la materia orgánica del modo ecológicamente más eficiente y mas barato. Es en este sentido en el que el agrocompostaje es la opción que optimiza las funciones de mínimo desplazamiento y máxima funcionalidad del producto final resultado del compostaje.

Y son por otro lado claramente los municipios los que deben hacer este esfuerzo de relocalización de los ciclos de la materia orgánica. Son los municipios los que deben implicarse en la búsqueda de alternativas de valorización y reciclado de esta fracción orgánica cuya máxima eficiencia ecológica y económica se encontrará en su aplicación como fertilizante orgánico en la agricultura de proximidad, ahorrando la compra de abonos de síntesis que están muy vinculados al precio del petróleo, y que son grandes emisores de gases de efecto invernadero.

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Enfoque alimentario y agroecológico.

Por otro lado la agricultura ecológica necesita materia orgánica para garantizar la fertilidad de los suelos y para la prevención de plagas y enfermedades. Pero el destino agrario de la gestión de los residuos urbanos no puede pasar por grandes plantas de compost que comercialicen el producto final. La realidad de los mercados y márgenes agrarios no permiten al agricultor comprar toda la materia orgánica que necesitan sus suelos. Derivar el sistema a mecanismos de mercado seria dificultar su aplicación agraria (que es donde es ecológicamente más necesaria la materia orgánica) porque difícilmente podrían pagar el precio de mercado.

 Surge así, desde el paradigma de la agroecología, un enfoque de satisfactor sinérgico para la gestión de residuos. La agroecología plantea el nicho comercial de la proximidad y de la eliminación de intermediarios, de los alimentos productos frescos en venta directa. La agroecología es una estrategia, más allá de la meramente orgánica o certificada, que implica simultáneamente la máxima eficiencia energética y ecológica, de muy bajo consumo, que centra la viabilidad de las fincas agrarias en la venta directa, en el efecto comunidad o proximidad y en una gran diversidad de productos de temporada a lo largo de todo el año. Es una agricultura que construye al tiempo comunidad, que deconstruye las grandes estructuras de mercado muy eficientes económicamente, pero aun mas contraproducentes sociolaboral y ecológicamente. Frente a las graves dificultades de viabilidad económica, muchas pequeñas fincas agrícolas y ganaderas solo tienen alternativa en este enfoque de máxima diversificación y ámbito local y de construcción de lazos estables entre productores y consumidores.

La agroecología es una agricultura sin estadísticas, sin existencia formal en los Planes de Desarrollo Rural oficiales, de la que se copia desde la política agraria común bajo los epígrafes de circuitos cortos y de proximidad, de pequeñas explotaciones o de diversificación de cultivos y servicios.

La agroecología se está incorporando a las políticas publicas desde abajo, desde los planes agroecológicos locales, que implementan pequeños municipios rurales, en el caso de España muchos de ellos asociados a la Red TERRAE que acompaña el diseño de políticas agroecológicas locales (banco de tierra, huertos sociales, escuelitas de agroecología para reconstruir desde el productor y el consumidor, arca de km 0, entre otras medidas); o desde los enfoques “alimentarios locales” del llamado Pacto de Milán, un acuerdo auspiciado por la FAO en octubre de 2015 para que las grandes ciudades se impliquen en políticas alimentarias, reconstruyendo agricultura de proximidad, comedores escolares, mercados y mercadillos para facilitar la producción y consumo de productos frescos, y en el que también se hace mención al reciclado de la materia orgánica como fertilizante. En el marco de este Pacto de Milán, que firmaron en octubre de 2015 ciudades como Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza, Bilbao o Cádiz entre otras. Varias de estas ciudades ya han comenzado a diseñar e implementar en 2016 experiencias piloto de pequeño agrocompostaje: tratamiento de pequeñas cantidades de residuos orgánicos en un gran numero de huertas y fincas agrarias, que destinan el compost resultante a la fertilización de sus propias fincas que producen alimentos frescos y de temporada, en muchos casos certificados como ecológicos y enfocados al mercado local o bioregional.

En este sentido una bioRegión es un área, más allá de fronteras administrativas, en que se coordinan de modo ascendente y participado sistemas de máxima eficiencia ecológica y máxima intensidad del capital social, frente a los sistemas intensivos en capital financiero y que intentan coordinarse desde el liderazgo de los servicios o áreas públicas. La bioRegión se construye desde abajo, sobre la centralidad de los alimentos y los ciclos naturales, y entendiendo que las políticas publicas se deben coproducir teniendo en cuenta estas experiencias comunitarias que ofrecen la máximas eco y socio eficiencias.

La agroecología implica un nuevo enfoque integral en la gestión de los biorresiduos, precisa implicar al potencial demandante de materia orgánica, en un enfoque alimentario amplio con los actores de la agricultura urbana y periurbana. Es una de las principales vanguardias de transición de modelo productivo, para trabajar modelos de transición con empoderamiento ascendente, “desde abajo”. Un ascenso que se produce tanto desde los Municipios, como desde la ciudadanía implicando un alto y casi cotidiano grado de participación ciudadana en la separación en origen de residuos y en la compra de las producciones locales de las huertas y fincas que aprovechan este residuo en un ciclo realmente virtuoso. Es un enfoque que reconstruye y resulta favorable para la salud de las personas, las comunidades y los ecosistemas.

Si además incluimos como parte de las políticas publicas la gestión de la materia orgánica como forma de diversificación de rentas estaremos aumentando los ingresos y la viabilidad de estas pequeñas fincas integrándolas como piezas en una óptima gestión de los residuos.

Los ciudadanos se interesan en el sistema cuando se sabe que este esfuerzo de recogida selectiva se destina a apoyar a los pequeños productores para producir más y mejor alimentos frescos, de temporada y en la proximidad. El agrocompostaje es claramente un satisfactor sinérgico (con una sola línea de acción se resuelven simultáneamente varias necesidades o retos), y es un ejemplo de factor 4 (tener el doble de impacto con la mitad de costes) y de que “lo pequeño es hermoso”.

El agrocompostaje se inspira en el modelo de gestión de residuos orgánicos europeo que actualmente realizan (con éxito) países como Austria y Holanda, cuyos beneficios, entre otros, se reconoce que son: la reducción de emisiones y gases de efecto invernadero, una gestión de residuos más democrática y la reducción de costes derivados, así como el apoyo a sistemas locales más sociales y ecológicos de producción agraria y consumo alimentario.

Entendemos que la estrategia a corto plazo en España es ensayar sistemas piloto, de reducido alcance para la recogida selectiva de la fracción orgánica. La propuesta es que muchos municipios inicien pequeñas experiencias de recogida en nodos (en colectividades o comunidades vecinales, asociativas, etc.) en un numero inicial entre 200 y 400 hogares en una localidad, y que sin necesidad de grandes inversiones en las viejas o nuevas plantas centralizadoras, se distribuya esta materia orgánica en pequeñas fincas de la propia localidad o de municipios limítrofes.

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