Vicente López y Jesús Pérez
En Junio de 2014 la Comisión Europea lanzaba una Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones, titulada “Hacia una economía circular: un programa de cero residuos para Europa”. Meses más tarde, a finales del mes de Enero de 2015, se retiraba, por desgracia, de la agenda política esta iniciativa, a pesar de la oposición de la mayor parte de grupos que componen el Parlamento Europeo.
La economía circular aparece conceptualmente como la contraposición necesaria a una economía que, como la nuestra, es lineal, unidireccional y que se puede describir por la secuencia "coger, transformar, desechar", produciendo residuos. El flujo de materiales y energía en nuestra economía conlleva no sólo un proceso en el que esquilmamos recursos naturales, sino que producimos una ingente cantidad de desperdicios, en muchos casos, peligrosos para el medio ambiente y la salud humana. Nuestra economía se desarrolla desde la idea de“no escasez material de los recursos”, o mejor dicho, sin pensar en su sostenibilidada largo plazo. En términos físicos, el proceso económico (lineal), como señala Georgescu Roegen[1], es un proceso entrópico, en el que se consumen recursos (baja entropía) y se producen desechos y residuos (alta entropía), insostenible en términos físico-energéticos, dada la necesidad cada vez mayor de energía para reciclar y reutilizar estos desechos y convertirlos en recursos.
Se supone que los mecanismos de mercado dan, a través del precio, señales inequívocas de la mayor o menor escasez de los recursos y con ello corrigen la asignación de los mismos hacia modelos más eficientes, hacía diseños productivos que precisamente interioricen esta limitación física Sin embargo, son muchos los ejemplos de cómo estos mecanismos de mercado no funcionan siempre o de la forma más eficaz (emisiones de gases de efecto invernadero, calidad del aire, contaminación de acuíferos). El mercado no anticipa el desastre ecológico, como tampoco anticipa los efectos negativos de los mayores niveles de desigualdad social, los altos niveles de pobreza, y la consiguiente degradación de la vida de las personas. No valoriza la importancia vital del cambio en el modelo productivo.Por lo tanto debe ser la política la que active los mecanismos suficientes para que este cambio, desde la linealidad en el flujo de materiales y energía a la circularidad, sea una realidad en el medio plazo. Esta concepción productivo/consumista, esta linealidad, está detrás de la insostenibilidad del sistema económico tal y como está concebido, y nos está llevando indiscutiblemente a un marco de escasez de recursos naturales, y de un exceso de residuos en todos los ámbitos de nuestra biosfera, con el consiguiente deterioro de la calidad ambiental y nuestra calidad de vida.
A esta escasez precisamente contestaba, en julio de 2010, la Comisión Europea elaborando un informe sobre materias primas fundamentales para la UE. Este informe analiza una selección de 41 minerales y metales. Por medio del proyecto «Critical Raw Materials Innovation Network» (CRM_Innonet) se creará una comunidad integrada que impulse la innovación en el campo de la sustitución de materias primas fundamentales, una labor que resultará beneficiosa para la industria de la UE.Muchos desconocen que la fabricación de los automóviles modernos, los televisores de pantalla plana, los teléfonos móviles y otros productos innumerables dependen de una serie de materiales, como el antimonio, el cobalto, el litio, el tantalio, el tungsteno y el molibdeno. Ese mismo grupo de metales empleados en sectores de alta tecnología son también fundamentales para múltiples productos nuevos y ecológicos; así, los coches eléctricos precisan litio y neodimio; los catalizadores de coches precisan platino; los paneles solares indio, galio, selenio y telurio; los trenes de alta velocidad y eficiencia energética requieren cobalto y samario; y las nuevas aeronaves de consumo eficiente de combustible necesitan aleaciones de renio.
La economía circular intenta cerrar el círculo de vida del producto, convertir en circular el flujo de materiales y energía, acercarse a los rasgos distintivos que han funcionado en la naturaleza hace millones de años. En ella no existe el residuo, ya que éste se integra en otro proceso como un recurso más. La naturaleza valoriza el residuo como recurso. Estaríamos ante la necesidad de reconstruir modelos productivos más próximos a la naturaleza (biomímesis) y reestructurar nuestros modelos de consumo, valorando el consumo colectivo frente al individual, o valorando la reparación y la reutilización, frente a la sustitución.
Se trata al fin y al cabo, en términos físicos, de reducir la entropía de nuestros procesos productivos. Este cambio necesita de un proceso de rediseño de productos y procesos, teniendo en cuenta los componentes utilizados, desechando los productos químicos peligrosos, utilizando energías renovables (elemento básico) y pensando en la reutilización, y en el cierre del ciclo material y de energía. Un rediseño que en última instancia asegure la perpetuación en el tiempo de dicho proceso productivo. La economía circular asegura la sostenibilidad de nuestras sociedades, asegurando su carácter renovable y autoproductivo. En este sentido, proponemos que el concepto de producción limpia se incluya en el de economía circular. Si pretendemos que llegue a ser una propuesta sostenible que asegure la salud de las personas y evite los impactos al medio ambiente producidos por el uso de sustancias tóxicas, más allá del uso racional de los recursos.
Repensar nuestros sistemas productivos desde esta óptica circular, renovable, es, no sólo una solución a los problemas medioambientales, sino también, una forma de recuperación, en el caso europeo, de un sistema productivo competitivo y sostenible a largo plazo, con la consiguiente recuperación del empleo. La dilación política en asumir el escaso futuro (físico) de nuestros sistemas productivos lineales, conlleva un alto coste, presente y sobre todo futuro, en términos sociales, ambientales y económicos. El llamado cambio de modelo productivo, requiere de este cambio de paradigma productivo, de esta circularidad de los sistemas de producción y consumo, que valoricen económicamente, no sólo el producto o servicio de consumo, sino cada uno de los elementos intervinientes en el proceso, para con ello reconstruir las cadenas de valor del ciclo producción-consumo. Cambiar el paradigma, de tirar y reemplazar, por retornar, reparar y reutilizar.
Lo dicho hasta aquí pone de manifiesto la necesidad física de este cambio de modelo productivo y de consumo, y también los beneficios económicos, sobre todo en términos de competitividad y empleo que supondría para los países europeos la concepción de modelos productivos circulares. Se estima que la mejora de la eficiencia en el aprovechamiento de los recursos a lo largo de las cadenas de valor, podría reducir los insumos materiales necesarios en un 17% y 24% para 2033 y que el mejor uso de tales recursos tiene un potencial de ahorro total de 630.000 millones de euros anuales para la industria europea[2]
Como parte del paquete de la economía circular, la Comisión aprobó también una propuesta legislativa para revisar los objetivos de reciclaje y otros objetivos relacionados con los residuos en la UE. Estos nuevos objetivos en la gestión de residuos crearían 180.000 nuevos puestos de trabajo en Europa además de los 400.000 que se van a crear con la aplicación de la legislación actual sobre residuos.
Sólo es necesario añadir que este cambio debe ser también sostenible en términos sociales, con una recuperación de la calidad en el empleo, como base de una reconstrucción de las políticas redistributivas, que han sufrido en esta crisis un enorme deterioro. El mercado en sí no asegura ni la sostenibilidad, ni la cohesión social, a través de un reparto justo de la riqueza generada. Es la política también, el interés colectivo, la que debe guiar el mercado hacia sistemas productivos autosostenibles, y generadores de bienestar y mayor justicia e igualdad social. A la necesidad del cambio del modelo productivo en términos de sostenibilidad medioambiental se une otra necesidad, inaplazable la de un cambio en los procesos de redistribución de la riqueza que garantice mayores niveles de cohesión y justicia social.
Desde este punto de vista, la Comunicación de la Comisión al respecto de la economía circular, se centra excesivamente en los mecanismos de mercado como palanca del cambio, eliminando barreras de mercado, mejorando la transmisión de costes reales a precios de mercado, mejorando los canales de financiación. Está claro que estos elementos ayudan a que el mercado emita señales claras hacia una economía circular, si bien, estos mecanismos deberían estar acompañados por la intervención directa de los Estados, primando unos modelos frente a otros, e incluso prohibiendo algunas prácticas productivas. De hecho, una de las actuaciones que señalaba la Comunicación de la Comisión al respecto de la economía circular era el cambio en los objetivos de varias directivas, fundamentalmente, la directiva marco de residuos y la directiva de envases. En ambos casos se incrementaban los objetivos de reducción y, posiblemente, haya sido esta línea de intervención directa una de las razones para retirar esta comunicación sobre economía circular. Por otro lado, el mercado tampoco asegura, como estamos viendo, una distribución de la renta compatible con los niveles de cohesión social a los que aspiran las sociedades democráticas europeas.
A finales del siglo pasado, William McDonough y Michael Braungar, acuñaron esta idea de economía circular con su libro “de la cuna a la cuna”, o bajo el slogan, “la basura es comida”. Una idea que se ha enriquecido y fortalecido en los últimos quince años ante la evidencia del deterioro medioambiental y la insostenibilidad a largo plazo de nuestro modo de vida, de nuestra forma de producir y consumir. La economía circular se convierte así en la base de ese nuevo modelo productivo sostenible, en la base necesaria de un cambio en el paradigma económico.
[1]Ensayos bioeconómicos. Nicholas Georgescu-Roegen . Los libros de la catarata. Madrid 2007.
[2]Guide to resource efficiency in manufacturing: Experiences from improving resource efficiency inmanufacturing companies. Europe INNOVA (2012).
Vicente López es director del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud.
Jesús Pérez es técnico del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud.