En 2003 me contrataron para intentar montar un proyecto original. Se trataba de constituir una fundación para ayudar a los sindicatos del mundo a comprender, participar y proponer políticas medioambientales. La fundación finalmente se llamó, por mi culpa, Sustainlabour, lo que me ha supuesto numerosas críticas desde el mundo castellanohablante.
El objetivo era generar un espacio donde los sindicalistas pudiéramos discutir y construir propuestas que avanzaran en mejoras socio-laborales y ambientales de un modo coordinado, donde pudiéramos intercambiar nuestras experiencias, aprendiendo unos de otros y acordando propuestas globales.
Sustainlabour nació para ayudar al movimiento internacional sindical en la construcción de propuestas de desarrollo sostenible y, en particular, de defensa del medioambiente. En este tiempo hemos asistido a la creación de la Confederación Sindical Internacional y colaboramos para que en sus propuestas y en su plan de trabajo se integraran las cuestiones ambientales. Ahora nos enorgullecemos de que nuestra presidenta sea la Secretaría General de la CSI, Sharan Burrow, una mujer extremadamente comprometida en la construcción de un nuevo paradigma.
En 2013 cumpliremos diez años y, al echar la vista atrás, por una parte nos damos cuenta con alegría de que hemos hecho muchas de las cosas que nos habíamos planteado y que incluso hemos llevado a cabo algunas que ni siquiera imaginábamos. Por otra parte, no podemos evitar cierta frustración o pesar al comprobar que el desafío es más importante de lo que evaluamos hace diez años, de que el equilibrio de fuerzas es menos favorable y de que queda mucho por hacer en un tiempo cada vez más corto.
«Cuando empezamos a trabajar, [...] nosotros creíamos que era preferible abordar temas –empleos verdes, cambio climático, gestión de químicos, biodiversidad–, que no estaban maduros en ningún sitio, donde todos los sindicatos tenían que empezar a reflexionar y a buscar soluciones al mismo tiempo»Por desgracia, en los últimos años el mundo está evolucionando de manera alarmante en dos grupos de indicadores, aquellos relacionados con la destrucción del medio ambiente y los que evidencian el aumento de las desigualdades. La evolución a la que asistimos ha sido en su mayoría infravalorada por los científicos en las últimas décadas y criminalmente ignorada por las decisiones políticas. En la actualidad ya hemos sobrepasado tres de las nueve fronteras ambientales que garantizan que el planeta sea un espacio seguro para la humanidad. El cambio climático es una de ellas. Este año hemos asistido mudos al récord en el deshielo del ártico, y sabemos que casi irremediablemente superaremos los 350 partes por millón de CO2 en nuestra atmósfera.
Nos movemos ya fuera de los límites seguros en cambio climático o en destrucción de la biodiversidad y avanzando peligrosamente hacia esas fronteras en otros indicadores, como uso de agua dulce, uso de la tierra o contaminación química. Y estas crisis ambientales las vivimos en una situación cada vez más difícil por el incremento de la desigualdad. El 54% de toda la riqueza mundial va al 10% más rico de la población.
En los últimos 30 años la desigualdad ha aumentado en dos tercios de los países del mundo y las diferencias de renta son ya tan grandes que dejan a la mayoría de habitantes del planeta en un equilibrio de fuerzas cada vez menor, con una influencia menguante para redirigir nuestras economías hacia la sostenibilidad, incluso en las democracias europeas. En este contexto, el trabajo de una organización pequeña como la nuestra es muy necesario.
Un trabajo global
En sus diez años de historia Sustainlabour ha trabajado aproximadamente con organizaciones de 75 países. Hemos formado a sindicalistas de todas las regiones y sectores en cambio climático y gestión racional de químicos, apoyado demandas de trabajadores agrícolas del oeste de África que querían hacer un uso más racional de los pesticidas, o a camioneros ugandeses que querían aprender una conducción más eficiente y una mejor gestión de los residuos. Hemos acompañado en su lucha a recolectores de basura uruguayos que querían un trabajo digno y verde, pero también querían implicar a los ciudadanos en el proyecto de la reducción, separación y recuperación de basuras. O a trabajadores y trabajadoras forestales nepalíes, que querían combatir el cambio climático y cuidar sus bosques. Tenemos materiales en inglés, francés e inglés, pero también en amárico, coreano o malayo.
A través de seminarios y foros hemos demostrado que para la sostenibilidad, el mundo sindical tiene propuestas viables, que se acerca a los problemas desde un análisis lo suficientemente complejo, pero que, sobre todo, propone alternativas reales, muy concretas, que de encontrar respuesta en el poder político y económico, podrían cambiar profundamente la realidad y generar un mundo sostenible y decente.
Yo me siento particularmente orgullosa de algunos hitos en este camino de los que Sustainlabour ha sido parte fundamental. El primero es la posición de la Confederación Sindical Internacional sobre cambio climático. El trabajo que llevamos a cabo junto con el movimiento hasta 2009 tuvo como resultado que los sindicatos apoyaran una agenda valiente sobre reducción de emisiones y que propusieran uno de los conceptos claves de la sostenibilidad en estos momentos, la transición justa hacia una sociedad baja en carbono. Para un movimiento que organiza a más trabajadores en el norte que del sur y especialmente fuerte en las industrias más contaminantes, acordar entre un 25 y un 40% de reducción de gases de efecto invernadero para 2020 por parte de los países desarrollados y un 85% global para 2050 no fue fácil. El movimiento sindical en Copenhague en 2009 dio la talla, los gobiernos, desgraciadamente, no.
Otro hito importante fue Río + 20. Allí, ante el estupor de las medidas postcrisis en Europa y el refuerzo de políticas neoliberales en casi todo el mundo, Sustainlabour conjuntamente con la Confederación Sindical, organizó una asamblea sindical en la que más de 450 sindicalistas de todo el mundo propusieron una resolución coherente, más ambiciosa que nunca en sus propuestas ambientales que exigían un cambio radical en el sistema económico hacia el control publico y beneficio colectivo. Además, llevamos a la asamblea un plan de acción concreto en protección social universal, creación de empleos verdes y decentes y de financiación del desarrollo sostenible. El movimiento sindical internacional en Río + 20, en un momento de crisis mundial y de prevalencia de posiciones de desarrollismo tradicional, fue verde, revolucionario, pragmático y estuvo unido.
Sustainlabour ha conseguido otros logros. Desde 2008 cooperamos en que los empleos verdes y decentes fueran parte fundamental de todas las agendas en la salida de la crisis financiera y ecológica, aunque al final se abandonara ante la presión de las posiciones neoliberales y políticas de duros recortes sociales. En 2011 conseguimos que el primer diálogo del Alto Panel de Ban Ki Moon sobre la sostenibilidad con la sociedad civil fuese con el movimiento sindical. En el 2012 conseguimos que la convención de la Biodiversidad reconociese el papel de trabajadores y sindicatos.
Lo bueno de ser diferentes
Sustainlabour ha sido capaz también de hacer las cosas de manera diferente. Cuando empezamos a trabajar, el intercambio a nivel global entre organizaciones sindicales se basaba en una exposición de las experiencias de un sindicalismo “maduro” del norte hacia un sindicalismo incipiente en el sur. Sin embargo, nosotros creíamos que era preferible abordar temas –empleos verdes, cambio climático, gestión de químicos, biodiversidad–, que no estaban maduros en ningún sitio, donde todos los sindicatos tenían que empezar a reflexionar y a buscar soluciones al mismo tiempo, no importaba si estos fueran del norte o del sur. Esto suponía un aprendizaje colectivo diferente.
Hemos sido globales trabajando desde Madrid, demostrando que los centros ya no tienen que estar obligatoriamente en Bruselas, Londres, Nueva York o Berlín y que, a partir de ahora, el mundo tiene y tendrá muchos centros, ya sean Sao Paulo, o Lima, o Seúl o Nairobi.
Hemos sido un equipo casi exclusivamente de mujeres, algo raro en un mundo masculinizado como el de las estructuras sindicales. “Las” Sustainlabour hemos llevado el mensaje de que el conocimiento y la definición de estrategias puede ser y es cosa de mujeres.
Sustainlabour y CCOO
En este sentido, Sustainlabour agradece el apoyo prestado desde CCOO. Fueron sindicalistas de CCOO los que propusieron su creación y han sido hombres y mujeres de CCOO los que nos han apoyado e inspirado en muchísimas ocasiones. Sustainlabour aprendió mucho de un sindicato internacionalista que ha combinado la apuesta por un sindicalismo de clase, de defensa de intereses generales y sociales, de autonomía de partidos políticos, con el fuerte apoyo a la construcción de un movimiento global y que junto a la Fundación Paz y Solidaridad ha ayudado a reforzar el sindicalismo de muchos lugares del planeta.
Pero además, CCOO, ha sido y es el sindicato pionero en todo el mundo en el trabajo en medio ambiente y junto con su instituto ISTAS es apreciado por muchos sindicalistas de otros países por la variedad y calidad única de sus propuestas.
En este contexto durísimo que estamos viviendo en España espero que CCOO pueda cambiar y reinventarse para ser el mejor corazón del mundo del trabajo y de la sociedad española en su conjunto, pero espero también que justamente ahora sigamos siendo el sindicato del que me he sentido orgullosa todo este tiempo, con una especial sensibilidad ambiental, internacionalista y solidario. Que vivan las Comisiones Obreras.