El cambio climático y el fin de la era del petróleo obligan a un cambio de modelo en el sistema eléctrico que pasa necesariamente por las energías renovables.
Pero este cambio puede ir en distintas direcciones y nuestro futuro depende de como se haga. En el sistema actual pugna dos modelos: uno centralizado y controlado por las grandes eléctricas y otro descentralizado basado en la producción para autoconsumo, que permitiría la democratización del sistema y daría a los ciudadanos mayor control sobre su suministro energético.
Cuando hablamos de autoconsumo nos referimos a la producción de energía renovable mediante pequeñas instalaciones conectadas a la red interior del usuario y destinada principalmente al consumo propio.
El problema con algunas fuentes renovables, como la solar o la eólica, es que las horas de producción no tienen por qué coincidir con las de consumo y, si no queremos almacenar la energía, es preciso que se apoyen en la red eléctrica convencional. El método más fácil es instalar un contador bidireccional que mide por un lado la energía que se vierte a la red y, por otro, la que se consume. Así, con una simple resta sabemos si el autoconsumidor ha consumido más de lo producido o, por el contrario, ha entregado energía a la red. Es tan sencillo que sorprende que no se haya implantado antes en España, maxime cuando desde hace años la mayor parte de los países desarrollados cuentan con este sistema llamado net Kettering..
Las ventajas del autoconsumo son tan evidentes que resulta innegable la necesidad de fomentarlo. Sin embargo el proyecto de real decreto de balance neto que lo regulará no está pensando en fomentar sino sólo en permitir y, si acaso, poner trabas a su desarrollo.
Aunque en su último consejo de ministros, el 18 de diciembre, el PSOE aprobó el real decreto de conexión de pequeñas instalaciones a red, que supone un importante avance hacia el autoconsumo, al mismo tiempo tramitaba la propuesta de real decreto de balance neto, que anula las ventajas del anterior porque obliga a los autoproductores a regalar la energía excedentaria y además pagar por el servicio, con lo que podría salir más caro autoproducir que comprar a la eléctrica.
El autoconsumo evita desplazamientos de energía por lo que reduce los costes de las empresas distribuidoras. El sistema eléctrico se sostiene económicamente a través de las tarifas que retribuyen sus costes reconocidos, por ejemplo las perdidas en las redes -consecuencia de desplazar grandes cantidades de energía de un sitio a otro- son un coste reconocido y, por tanto, todos hemos de pagarlas en nuestro recibo. El autoconsumo evita estos desplazamientos de energía por lo que reduce los costes de las empresas distribuidoras. Además no recibe primas a la producción renovable, proporcionando más ahorros al sistema. Y por ultimo, y no menos importante, permite al consumidor contribuir a la sostenibilidad aportando a la red excedentes de energía renovable.
Por tanto a la hora de calcular los costes del sistema eléctrico y sus correspondientes retribuciones, las instalaciones para autoconsumo deberían fomentarse y retribuirse en la misma proporción que reduzcan los costes.
Sin embargo, el proyecto de real decreto no lo plantea así sino que, muy al contrario, pretende que los autoproductores paguen peaje por un supuesto almacenamiento en la red durante un año. Se considera un servicio que debe pagarse. Lo que es falso ya que no se produce almacenamiento alguno sino que la energía excedentaria es inmediatamente consumida por el vecino más próximo al que, como es natural, se le cobra en su recibo.
La norma, tal como está concebida, impedirá que se pueda producir electricidad renovable en miles de edificios que, por su baja ocupación, tienen consumos anuales reducidos, lo que les obligaría a regalar la mayor parte de la energía al sistema eléctrico. Pensemos, por ejemplo, en zonas de playa o segundas residencias en pueblos que se utilizan básicamente en verano. En estos casos la producción fotovoltaica sería muy adecuada para el conjunto de la población. Con el modelo propuesto, el productor sólo podría recuperar la energía que él mismo consume durante todo el año, es decir, prácticamente nada fuera del verano, lo que necesariamente le disuade de hacer cualquier inversión.
El real decreto de autoconsumo debería distinguir entre pequeños autoproductores (hasta 10 kW, el actual límite de la tarifa de último recurso), a los que se retribuiría el excedente a un precio razonable-, y el resto, que podrían tener un límite anual correspondiente a su propio consumo para evitar situaciones de abuso y competencia desleal.
La producción para autoconsumo tiene todas las ventajas y ningún inconveniente, además es sencilla de implementar y barata puesto que se aprovechan las líneas existentes, solo hace falta la voluntad política que el proyecto de real decreto de balance neto no se ve.