Escribo estas líneas a pocos días de las elecciones generales. El debate electoral se ha centrado en la crisis en la que estamos inmersos. Las medidas adoptadas por la Unión Europea no parece que hayan contribuido a despejar las dudas sobre la continuidad de la moneda única, y tampoco nos dan respuesta a la preocupación sobre el riesgo de incurrir en recesión el año próximo. Aún más en el caso español, donde la mayor capitalización exigida a la banca puede tener como consecuencia una mayor restricción del crédito; todavía más.
Las organizaciones sindicales europeas -CCOO hace tiempo y de forma reiterada- defendemos la necesidad de atender a los compromisos de la deuda al tiempo que se fomenten políticas que promuevan la actividad económica y el empleo. Los ajustes en el gasto público nos abocan a la recesión y a un volumen de desempleo que hacen empeorar nuestra capacidad de hacer frente a la deuda pública y privada de nuestro país. Por eso proponemos diferir a 2016 los objetivos de reducción de la deuda soberana ahora fijados para 2013, tomar medidas contundentes para que la liquidez que se está aportando al sistema bancario llegue a empresas y personas y políticas destinadas a generar actividad económica intensiva en empleo.
Entre estas políticas deben tener un papel relevante los subsectores identificados como yacimientos de empleo verde. Nuestros estudios del presente año han señalado la gran capacidad de generación de empleo de las renovables, la rehabilitación energética, la movilidad sostenible y una mejor gestión de los recursos. Están identificados otros subsectores, como la agricultura ecológica, el turismo activo respetuoso con el medio, los aprovechamientos forestales, etc. Hay partidos de izquierda y con sensibilidad ambiental que recogen propuestas muy parecidas a las nuestras en sus programas.
Compartimos con ellos la visión de que el vector de la sostenibilidad ambiental puede generar empleo y, a la vez, protagonizar el cambio de modelo productivo que España necesita: respetuoso con el medio ambiente, intenso en conocimiento, descarbonizado y desmaterializado y con empleos de calidad y desarrollando el estado de bienestar. En esta visión, el cambio de modelo no se puede postergar a que escampe la crisis sino que es el camino para superarla.
Frente a este punto de vista se encuentran los que niegan la evidencia y desprecian el propio concepto de sostenibilidad. Me preocupa mas la posición de aquellos que dicen coincidir en la visión a largo plazo pero que mantienen que ahora no es el momento de una mayor ambición ambiental, pues las medidas que ello conlleva requieren de recursos económicos inexistentes y supondría el encarecimiento de recursos fundamentales como la energía. Por supuesto, esto lo defienden de forma oportunista intereses y personajes que nunca verán la oportunidad del cambio. Pero también hay quien mantiene una posición honesta al respecto de si es el momento o no. Cuando tengamos los resultados electorales encima de la mesa, el papel de la economía verde en la salida de la crisis dependerá de nuestra capacidad de convencerles de lo mucho que aquella puede aportar a superarla, así como a la necesidad de mantener la menguante ventaja que mantenemos en algunos subsectores, como las renovables. Afortunadamente, son cada vez más los Estados que optan por ambiciosas políticas en este sentido, junto al desarrollo de "hojas de ruta" que señalan horizontes descarbonizados y sostenibles. La agenda verde tiene un lugar asegurado en la próxima legislatura.