A pesar de nuestra dependencia del exterior y a que necesitamos más energía para producir una unidad de producto que el resto de nuestros vecinos europeos, hasta 2004 en España los reguladores y gobernantes políticos no le dieron ninguna importancia a la cuestión del ahorro y la eficiencia energética.
En las dos últimas décadas, especialmente hasta el año 2005, el sistema energético español se ha caracterizado por su baja eficiencia y por el fuerte crecimiento de la demanda energética: el incremento de energía primaria en el periodo 1990 a 2008 fue del 55,3%. Muy significativos han sido los incrementos entre 1997 y 2005. En este periodo, el consumo de energía aumentó un 44,2%, aunque a partir del año 2005 el incremento fue más moderado. En el 2009 disminuyó un 8% respecto al año anterior. Pero dicha reducción es excepcional y hay que achacársela a la crisis económica (gráfico 1)
A finales de 2003 entra en vigor la Estrategia Española de Eficiencia Energética (E-4), 2004-2012, con la que se pretende mejorar la intensidad energética1 de la economía e inducir un cambio de convergencia hacia los compromisos internacionales en materia de medio ambiente. Esta estrategia está dirigida principalmente a los consumidores finales y se identifica un potencial de ahorro de energía primaria en el año 2012 equivalente a 15.574 toneladas de petróleo equivalente. Para lograr este objetivo y adaptar la normativa española a la europea, se aprueba el Plan de Acción PAE4 2008-2012 (precedido por el PEA4 2005-2007). Si la directiva europea sobre eficiencia en el uso final de la energía y los servicios energéticos de 2006 marca un objetivo de ahorro energético anual del 1%, el plan español plantea el 2% anual.
Los sectores sobre los que se concentran las ayudas públicas de dicho plan son: equipamiento (46%), industria (15%), servicios públicos (14%) y edificación (11%).
gráfico 2
A nivel europeo, la directiva marca un punto de inflexión en las políticas de ahorro y eficiencia energética, aunque en la mayoría de los países de la Unión Europea (UE) ya se habían tomado medidas para mejorar la eficiencia energética del país, como demuestra la evolución de la intensidad energética media de la UE en comparación con la española (gráfico 2).
En España, el cambio de tendencia en la intensidad de energía primaria se inicia en 2004, cuando comienza una cierta estabilización con una ligera tendencia a la baja. Sin embargo, seguimos teniendo un valor mayor que la media de la Unión Europea, donde en promedio se registran mejoras interanuales de la intensidad energética en torno al 1% desde 1990. Esto indica que existe un gran potencial en el ahorro y la eficiencia energética hasta alcanzar la convergencia con el resto de la UE.
El modelo de crecimiento experimentado estas dos últimas décadas es, sencillamente, insostenible. Si bien el progreso de las civilizaciones se ha medido hasta el momento a partir del consumo energético, en un futuro próximo se hará en función de su capacidad de racionalizar la misma. En un país como el nuestro, altamente dependiente de los mercados energéticos exteriores y con el precio del crudo al alza, la eficiencia energética, lejos de ser una moda, es una imperativa necesidad.
1. La intensidad energética es un indicador de la eficiencia energética de cada país que indica la cantidad de energía necesaria para aumentar una unidad el PIB del país