En los últimos años las energías renovables se han convertido en una realidad. Pero no basta con cambiar la forma de producir la energía. Es necesario reducir el consumo, de lo contrario no habrá suficientes gigawatios renovables para atender un crecimiento irracional de las necesidades energéticas. Este dossier intenta aportar algunas luces en este camino.
La financiarización de la economía estresó al conjunto del sistema productivo y le empujó al crecimiento ilimitado y, por tanto, a intensificar de manera insostenible el uso de materias primas, el consumo de energía y la generación de emisiones. El modelo de globalización neoliberal ha implicado la desregulación y un incremento desorbitado de los movimientos de capitales, pero también de mercancías y personas. El modelo productivo existente es, además de ineficiente en términos materiales, inviable por su incapacidad para efectuar una gestión racional de los recursos renovables y su voracidad sobre los no renovables. Es un modelo que, además, está basado en tecnologías sucias intensivas en carbono. El efecto combinado de financiarización económica, globalización capitalista y modelo productivo insostenible es el aumento exponencial de los impactos negativos irreversibles sobre la base de nuestra vida, la biosfera.
El motor del sistema productivo y, por extensión, del conjunto de la vida social material es la energía. Sin energía la sociedad humana no existiría. Sin embargo, actualmente, el modelo energético es desigual e injusto, como corresponde al modo de producción en el que se da. E insostenible. A este respecto, la cuestión central a la que debemos dar respuesta es cuánta energía necesitamos, cómo la producimos, para qué la empleamos y quién la posee, decide y distribuye.
En los últimos años, ha habido un avance importante en la extensión de la conciencia de sustituir las fuentes energéticas fósiles o nucleares por fuentes limpias y renovables. Digamos, pues, que del lado de la oferta energética se ha avanzado algo en el buen camino en alguno de sus aspectos. Pero no podemos afirmar lo mismo en dos terrenos relacionados con el lado de la demanda: a) en el del uso eficiente de la energía, cuestión clave para el cambio de modelo productivo; y b) muy particularmente en el del ahorro energético, cuestión básica para el cambio de modelo de civilización.
No basta con cambiar la forma de producir la energía. Es necesario deflactar la energía, de lo contrario no habrá suficientes gigawatios renovables para atender un crecimiento irracional de la cantidad de energía. Quizás la mejor y más trágica metáfora que podemos sugerir es el contra ejemplo de las calles hiper iluminadas de Tokio y su crisis humanitaria, económica y energética. La lógica del lado de la oferta en el actual sistema económico es actuar sobre la sobreproducción y de ello no se escapan los titulares de energías renovables. Es consecuencia directa de la búsqueda de la maximización de la ganancia.
Del lado del uso de la energía, de la demanda, todo aquello que avance en la eficiencia que acertadamente se define en uno de los artículos del presente dossier como cubrir las necesidades consumiendo menos, es bueno. Pero también tiene límites. La eficiencia por sí sola no soluciona la cuestión de la incorporación exponencial de nuevos consumidores en un mundo en crecimiento poblacional constante.
Por tanto y aplicando el criterio de la justicia ambiental a escala mundial no solo habrá que repartir la energía que hay (y los bienes) sino también hacerse una pregunta civilizatoria: ¿lo que llamamos necesidades básicas realmente los son?. Lo que nos llevará a nuevas cuestiones: ¿cuáles son las necesidades universales que constituyen derechos para toda la humanidad? Sea cual sea la respuesta deberemos plantearnos la necesidad de ahorro de un recurso esencial (la energía) y, no nos engañemos, limitado en su obtención y aplicación. No podemos confundir lo inagotable de la fuente primaria, el Sol, con su conversión en bien energético. Se podría dar la paradoja en un futuro cercano de un incremento exponencial de la eficiencia y dificultad de abastecimiento. Por tanto, cabría decir que hay un orden jerárquico en el binomio eficiencia y ahorro. Eficiencia sí, por supuesto, pero al servicio de un ahorro neto global de la cantidad de energía primaria y final requerida por el sistema productivo y el conjunto social. Un indicador tan potente e ilustrativo como el de la intensidad que relaciona la cantidad de energía empleada por unidad de producto -el PIB en el caso de la economía agregada de un país-, no puede ocultarnos que puede funcionar como velo de la realidad del consumo energético en el caso de un incremento de la eficiencia mayor que el crecimiento experimentado por el PIB, pero sin embargo estar en un escenario de insostenibilidad material. Eso a escala planetaria podría resultar desastroso.
En el marco de la Unión Europea (UE) vienen barajándose propuestas que, a la par que no se apean de un nocivo discurso del crecimiento sin cuestionarse la sostenibilidad del mismo y la necesidad de un desarrollo alternativo, vuelven a insistir en el cambio de pesos en el modelo impositivo "del trabajo al consumo". Este modelo se califica indebidamente de verde, sin tener en cuenta que las "cargas sociales" no son sino parte del salario necesario para el mantenimiento de la fuerza de trabajo y no impuestos a los empresarios. Ello es confundir el medio de pago con el origen del pago.
El dossier de este número de Daphnia constituye un primer esfuerzo desde nuestra revista para sistematizar la cuestión. El trabajo de Carlos Martínez, Políticas de ahorro y eficiencia, constituye un excelente "estado de la cuestión" en el marco normativo e institucional. El de Sara Pérez, Evolución del ahorro y la eficiencia energética, pone negro sobre blanco y de forma sintética el retraso español, pese a los avances, respecto a los países industrializados de la UE en materia de intensidad energética. Begoña María-Tomé Gil repasa el estado real de la cuestión de un concepto, el negajulio o energía no consumida por efecto de medidas de eficiencia y/o ahorro que, pese a su escasa traducción en medidas vinculantes en el ámbito de la UE, deberá constituir una de las piezas clave en el cambio de modelo energético y, por tan to, productivo, tal como se deduce en el artículo Un plan para los negajulio.
Bruno Estrada aborda algunas de las medidas "hacendísticas" inductoras o favorecedoras de los cambios de actitud energética de productores y consumidores en el trabajo La acción de la fiscalidad verde, desde una perspectiva ambiental, social y económica rigurosa. En el artículo España necesita una reconversión urgente del transporte, Pau Noy Serrano coloca en el centro de la cuestión energética la derivada movilidad, en consonancia con los acertados análisis que viene realizando en pos de un modelo sostenible para pasajeros y que deseamos que en breve se extienda al de mercancías. Cambiar de modelo requiere voluntad, planificación e inversión, pero también formación y conocimiento, investigación e innovación, por ello resulta especialmente interesante el artículo de Jesús Heras Rincón El Ciemat investiga como obtener edificios de "consumo cero" en un campo, el de los inmuebles residenciales, carente de confortabilidad energética eficiente y ahorradora. La aportación de Francisco J. Cabezos, Las administraciones se lo toman con calma, constituye un incisivo análisis desde la óptica ecosindical de las posibilidades no realizadas en un sector con altísima capacidad de impacto económico y ejemplarizante. Luis Ortega, en Con la tranquilidad que da el deber cumplido" explica las decisiones empresariales de la cadena NH en el terreno que nos ocupa. La fuerza de un caso práctico es precisamente lo que demuestra la viabilidad de las propuestas. Javier Morales Ortiz y Sara Pérez han entrevistado a Teodorino López, presidente de Anese, y logran introducirnos en una nueva realidad, los servicios energéticos, escasamente desarrollados todavía en nuestro país.
El ahorro energético realmente tiene pocos valedores en nuestro modelo productivo, muy pocos entre los productores de energía. Y, sin embargo, constituye la clave de la solución. Hoy dimos un paso más.