El entramado urbanístico especulativo acogió con disgusto e inquietud el proyecto de creación de un parque nacional en el Guadarrama iniciado en el año 2002 por Gallardón, con total respaldo social y político.
El motivo era evidente: entre las principales finalidades del proyecto estaba, como no podía ser de otra manera, poner fin al "enladrillado masivo" de un territorio que ya entonces sufría daños irreversibles.
Casi una década después, dicho entramado respira más tranquilo: el Gobierno Aguirre se ha "cargado" el proyecto, desvirtuándolo completamente mediante sucesivos recortes, tan drásticos como injustificables, convirtiendo la propuesta de parque nacional (en adelante, PN) en una lastimosa "caricatura" de lo que debería ser: tan sólo 21.740 hectáreas de "cumbres", de forma que no interfiera ni moleste a los crecimientos urbanísticos previstos en las zonas bajas.
Poco importa que la comunidad científica -a quien se encargó el estudio del proyecto con un cuantioso gasto de dinero públicopropugnara una extensión mínima para el PN superior a las 60.000 hectáreas, más una franja exterior de protección de otras 40.000.
El cambio de la denominación del proyecto, de "PN de la Sierra de Guadarrama" a "PN de las Cumbres de la Sierra de Guadarrama", ilustra a la perfección la magnitud del "tijeretazo".
Bien sabe el Gobierno regional que el Guadarrama no sólo son cumbres; y bien sabe que el piedemonte y las zonas bajas -que ha dejado fuera y a merced del ladrillo-, son precisamente las más importantes desde un punto de vista ecológico debido a su mayor productividad y diversidad biológicas. También sabe que su propuesta es una pantomima: permite incluso urbanizar actuales prados adehesados (fresnedas, rebollares, encinares y pastizales), auténticas joyas biológicas que habría que proteger a toda costa por ser uno de los ecosistemas más valiosos y de mayor representatividad del Guadarrama -principal criterio de un PN- y por su inestimable función hidrogeológica.
Por si fuera poco, las reformas "a la carta" a la ley del suelo regional permitirán reclasificar suelo mediante modificaciones puntuales del planeamiento, amplían las posibilidades de hacer campos de golf y edificar en suelo no urbanizable de protección. En idéntica línea se aprobó una ley para "tapar los ojos" a los agentes forestales sobre los montes privados, que el Constitucional mantiene suspendida cautelarmente.
En definitiva, el Gobierno regional madrileño ha allanado el camino para que buena parte de los cuatro campos de golf (Guadarrama, Miraflores de la Sierra, Buitrago del Lozoya y Soto del Real) y las casi 50.000 nuevas viviendas -incluyendo el suelo reclasificado a urbanizable no sectorizado- previstos en el ámbito de ordenación puedan hacerse realidad en la próxima década, ampliando en casi 150.000 nuevos habitantes la población de un territorio ya "agotado" urbanísticamente, sobre el que lo único razonable sería declarar una moratoria urbanística de forma previa a su total y definitiva protección.
CCOO de Madrid y asociaciones ecologistas ya advirtieron de los efectos perversos que tendría la aprobación de esta propuesta. Lamentablemente, la predicción se está cumpliendo a rajatabla: la maquinaria de la especulación urbanística se ha vuelto a poner en marcha, las revisiones del planeamiento se aceleran, la presentación de avances, las modificaciones puntuales... las oficinas técnicas trabajan a destajo, los planos "echan humo" y la tensión urbanística se dispara. En algunos municipios los bulldozers arrasan ya lo que hasta hace pocos días eran magníficos prados paradójicamente clasificados como suelo urbano consolidado. Atrás quedan pronunciamientos judiciales en los se condena por desviación de poder a la Comunidad de Madrid por aprobar normas para grandes proyectos urbanísticos dentro de este ámbito de ordenación.
Y es que la presión urbanística nunca ha abandonado la sierra madrileña. A pesar de la crisis inmobiliaria, el entramado urbanístico-especulativo sabe perfectamente que convertir prados y pastizales en urbanizaciones seguirá siendo muy rentable tan cerca de la capital, con más de seis millones de potenciales clientes. Poco importa que las grúas trepen ya por las laderas serranas, y que ya no sean chalets y pisos "con vistas", sino "sobre las vistas". El dinero y los intereses espurios del ladrillo disfrazados, una vez más, de "progreso", vuelven a poder con todo en Madrid. Si nadie lo remedia, desde esas mismas cumbres "inauguradas" como parque nacional veremos cómo el ladrillo avanza inexorablemente, acabando para siempre con paisajes irrepetibles.
Es inexplicable que esto siga sucediendo -peor que lo consintamos- justo cuando comprobamos día tras día el enorme daño que para España ha supuesto esta sinrazón y locura urbanística que condena ahora a millones de ciudadanos al paro y que ha destrozado para siempre muchos rincones de nuestro país. Un daño que marcará la vida de generaciones, dejando a nuestra juventud sin futuro. Quizás sea que "el ladrillazo", además de nuestros paisajes, también haya arrumbado la moral pública, el alma. Quizás por eso consintamos que los incendiarios de este pavoroso incendio tengan ahora la desvergüenza de erigirse, impunemente, en salvadores.
Por encima de postulados ideológicos, la sociedad quería salvar el Guadarrama; pero Aguirre da "gato por liebre" y condena la sierra y salva el ladrillo.
Puede que en un día cercano inaugure esta "caricatura", y que incluso que algunos se lo crean. Pero que a nadie le quepa la menor duda: pasará a la historia negra de la conservación en España como responsable de haber acabado con la última oportunidad para salvar un territorio único, un paisaje maltratado cuyo futuro ya no admitía más trampas ni mentiras.