A lo largo de 2010, desde la Federación Agroalimentaria de CCOO hemos realizado en el marco de un convenio con el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM) un proyecto piloto para ensayar una herramienta de cálculo sobre huella laboral (condiciones laborales) y huella de carbono (gases de efecto invernadero) de algunos productos alimentarios a lo largo de todo el ciclo de vida, desde el campo hasta la gran distribución alimentaria.
Conscientes y comprometidos con el diálogo social, propusimos a varias organizaciones participar en un panel que ensayara un modelo que ponderase ambas huellas, entre la A (mas amigable) y la E (menos amigable). Participaron ISTAS, la Confederación de Cooperativas Agroalimentarias de España, CECU en representacion de los consumidores, la empresa publica Mercasa, Asedas en representación de la gran distribución, y en el último momento se incorporo Fepex en representación de los exportadores de frutas y hortalizas.
El sector agroalimentario y el enfoque de información ponderada sobre la huella laboral y la huella de carbono deben entrar dentro de la agenda confederal de trabajo en materia de reducción de emisiones de GEI La estimación de la huella de carbono se ha fundamentado en un sistema sencillo de cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), mucho más sencillo y barato por lo tanto que las certificaciones EMAS ISO 14.064. No se realizaban auditorías sino que se requería la aportación voluntaria de información por parte del fabricante.
La estimación de la huella laboral (ver cuadro de umbrales) se ha fundamentado en la información facilitada por la empresa y contrastada con los convenios de empresas, autonómicos o provinciales para cada sector implicado (industria, agricultura). Ha sido una sorpresa descubrir que el concepto de huella laboral no ha sido empleado hasta ahora, siendo el concepto de responsabilidad social corporativa el que se usa más habitualmente. El objetivo es situar el de huella laboral como crucial en la idea de sostenibilidad, imprimirle un sesgo sindical y presionar en favor de un sistema de información al consumidor. La estrategia es impulsar la huella laboral junto a la necesidad ya asumida de informar sobre la huella de carbono que se debate en la UE y en muchas de las empresas de la gran distribucion en Europa. ¿Será posible llegar a un sistema de información laboral y de carbono simultáneamente como las dos dimensiones fundamentales de la sostenibilidad?
Para hacer las estimaciones de huella empleamos la información que tienen las empresas sobre la trazabilidad de los alimentos, lo que permite rastrear y analizar todo el ciclo de vida del producto en cuatro eslabones tipo del proceso productivo: materias primas o insumos agrarios (piensos, fertilizantes, etc), producción agropecuaria, transformación y distribución. Analizamos cuatro productos: yogur, queso, ensalada cuarta gama y aceite de oliva virgen, de empresas que colaboraron bajo las condiciones del anonimato. Una vez determinadas las emisiones y la calidad de las relaciones laborales, se remitian los datos a los umbrales de la A a la E, para explorar la posible interpretación que haría un consumidor. Estos son los resultados en términos de umbrales para la cadena analizada por producto: (ver tabla en el lateral)
Entre las principales conclusiones podemos destacar el hecho de que la mayor huella laboral y de carbono se produce en la fase agraria, que en el caso de la huella de carbono y dependiendo del producto puede suponer entre un 50 y un 70% de las emisiones. Las emisiones se reducen sensiblemente en la distribución donde las condiciones laborales tienden a ser mejores que en la agricultura. En contra de lo que pudiera parecer la logística de los alimentos no tiene un peso muy significativo en la huella de carbono. Los fertilizantes agrarios y las emisiones del ganado suponen la mayor parte de las emisiones, y la actividad agraria presenta igualmente las peores condiciones laborales.
Se puede producir una reducción significativa de las emisiones si se usan abonos orgánicos y sistemas de producción ecológicos en la agricultura. Pero en cualquier caso, estos resultados cuantitativos eran solo una parte del interés de nuestro estudio. Es mayor el de estimar el impacto que estos cálculos y la información al consumidor pudieran tener en el tejido productivo.
Es interesante el dato de que las grandes empresas agroalimentarias tienden a tener una menor huella laboral (más proximo a A o B, debido a las mejores condiciones laborales) y una mayor huella de carbono (más proxima a C o D, debido a la intensidad energética de sus sistemas productivos), siendo a la inversa en el caso de las pequeñas empresas, especialmente las de producción ecológica. Asi por ejemplo un queso certificado como ecológico puede tener una huella de carbono un 50% menor que uno industrial.
Una de las conclusiones es que encontramos mayores diferencias entre tipos de alimentos que entre fabricantes, lo que pudiera reducir el estímulo a una competencia entre las empresas por una mayor sostenibilidad social y ambiental, fomentando sin embargo un posible efecto sustitución entre alimentos.
En este sentido, consideramos la posibilidad de introducir el concepto de intensidad alimentaria. Por ejemplo, un litro de leche de vaca en la gran distribución puede tener una huella de carbono de en torno a 1'7-2'4 kilogramos de CO2 por kilogramo de producto, mientras un kilogramo de queso en el mismo proceso productivo industrial sitúa su huella entre 6 y 9 kilogramos de CO2 equivalente de producto final. La razón: para producir un kilo de queso se precisan entre 5 y 7 litros de leche. El aceite de oliva es también un alimento con una notable intensidad alimentaria ya que se precisan entre 4 y 5 kilos de aceituna para producir 1 kilo de aceite de oliva virgen. La huella de carbono se sitúa en torno a los 1'4 kilogramos de CO2 equivalente por kg de aceite de oliva virgen. Si aplicáramos el factor reductor proporcional a la intensidad alimentaria, la huella por kilogramo de aceituna sería próximo a 0'3 kilogramos de CO2 equivalente por kilogramo de aceituna, una de las más bajas dentro de los alimentos.
Llama la atención que la mayoría de los cálculos realizados hasta la fecha para productos alimentarios no se han publicado. El sector tiene miedo a hacer aún más compleja la competencia dentro del sector. Ofrecemos como comparativa de otros alimentos los datos de queso que hemos calculado en la Federación Agroalimentaria de CCOO en el marco de un estudio para el Observatorio Industrial de Castilla y León y algunos datos sobre emisiones en productos cárnicos que manejan en el Reino Unido trasladados a nuestro ensayo de umbrales.
Emplear un sistema de ponderacion de la A a la E, semejante a la información ofrecida y ya conocida para los electrodomésticos, es una oportunidad de simplificar la información al consumidor y generar un balance entre los aspectos ambientales y sociolaborales.
Esta posible información sobre la huella laboral y de carbono (ecolaboral) contribuiría previsiblemente a mejorar las reflexiones de compra por parte de los consumidores. Como otro posible efecto, podría delatar las peores condiciones laborales en aquellos procesos más globalizados y con condiciones más precarias.
Es notable tambien el hecho de que las empresas de produccion ecológica saldrían especialmente favorecidas. Hemos estimado que dentro de un mismo producto puede haber dos umbrales de diferencia en favor de las empresas en régimen de producción ecológica. Por ejemplo una ensalada de cuarta gama con un umbral B, en ecológico tendría un valor A; y un yogur que tiene un umbral C, en régimen ecológico tendría fácilmente un umbral B
La información al consumidor puede ser un aliado en la presión hacia mejores condiciones laborales y un menor impacto sobre las causas del cambio climatico. El despegue del comercio justo, o el interés de la sociedad por los retos ambientales y el impacto de sus opciones de consumo, forzarán a la Administracion y a las grandes empresas alimentarias a aceptar estos contenidos de información como algo relevante e ineludible. Por el momento, sigue siendo un objetivo nebuloso. Los Estados se han centrado en la reducción y mercado de emisiones en los llamados sectores intensivos, con emisiones superiores a 72 000 kg equivalentes de CO2 por kilogramo de producto final (hierro, acero, cementos, etc). Los alimentos con umbrales entre 1 y 10 kg equivalentes de CO2 por kilogramo final no parecen significativos. Pero el principal sector industrial de la Unión Europea y de España es el alimentario. Aunque se considera al agroalimentario un sector difuso en lo realtivo a emisiones de GEI, es preciso tener en cuenta que el 18% de las emisiones de GEI son asignables al ganado (fermentación entérica de los rumiantes, y las emisiones de las deyecciones), la misma proporción que es asignable al sector de transporte. El conjunto de la agricultura y la alimentación son responsables de entre un 14% y un 40% de las emisiones de GEI,según autores y si se toma solo la agricultura, o si se añade la ganadería y se computa el total del ciclo de vida de los alimentos.
La renta destinada a alimentación se situa en el entorno del 15-20%. La alimentación tiene en su conjunto un impacto en materia de emisiones que sigue muy de cerca a la construcción. Por otro lado al dedicar más tiempo a la compra, tiene un efecto pedagógico ante el público muy considerable. Es una oportunidad que por muchos motivos no podemos perder.
Por ello, es evidente que aún teniendo un tratamiento difuso, el sector agroalimentario y el enfoque de información ponderada sobre la huella laboral y la huella de carbono creemos que debe entrar dentro de la agenda confederal de trabajo en materia de reducción de emisiones GEI, ámbito del diálogo social en el que el sindicato conserva un notable peso político.