Los territorios rurales del mundo y en particular de Europa se caracterizan por su gran variedad y por la diversidad de sus funciones. Esta variedad incluye características físicas, geomorfológicas, de biodiversidad, paisaje, etc., y también el uso, aspectos sociales, la cultura, las tradiciones, los símbolos, etc. Entender su importancia y seguir construyendo esa diversidad para convertirla en oportunidad de desarrollo, es uno de los retos más importantes.
En el capital territorial, haciendo un exceso de simplificación, podemos distinguir cuatro dimensiones: la historia del territorio; el sistema externo, que incluye las relaciones con los mercados, instituciones y las redes; también es importante la dimensión interna, vinculada a los actores y sus relaciones, las redes locales, etc; y quizás el aspecto más importante a destacar, sea la existencia de un proyecto territorial, entendido como práctica prospectiva con altas dosis de compromiso.
Construir territorios complejos, sistémicos, eficientes, competitivos y sostenibles es una de las tareas más importantes y difíciles y, por ello, exige un enorme esfuerzo, visión, perseverancia, consenso, compromiso, etc. Debemos ser conscientes de que la utilidad de las intervenciones en los territorios generalmente requiere como mínimo un horizonte a medio plazo, una importante dimensión económica y financiera, una fuerte voluntad política, un umbral de capital social y un importante compromiso, y muchas veces solo aspirar a cambios de tendencia, más que a impactos netos.
Las evidencias nos dirigen a la necesidad de implementar procesos de aprendizaje social compartido entre gobiernos y sociedad. En este contexto, la creación de asociaciones publicas-privadas debe generar un proceso de aprendizaje en el que se abran espacios para comprometerse y actuar, para que se puedan generar distintas soluciones. Las respuestas de cada territorio dependerán de diversos factores: historia, tradición, valores compartidos, vínculos, capacidades. También dependerá de otros factores de futuro derivados de la existencia de un proyecto común, de las dinámicas de la población, de los activos intangibles, de las limitaciones de mercado, etc.
Necesitamos una nuevo marco institucional y ésta será crucial para dar respuesta a las nuevas demandas de relaciones urbano/rurales, rurales/rurales, rurales/globales y de una cohesión, espacial, económica, de expectativas, de oportunidades, etc. En un nuevo marco institucional la cohesión y la equidad son básicas para que emerja el diferencial del equilibrio. En síntesis, que la equidad genere un vigor que mejore el desempeño y los logros de todos los actores individuales y colectivos. Un aspecto clave para progresar en esta dirección es la sustentabilidad de los intercambios entre los territorios, abordada desde la relación entre distintas lógicas: autocontrol, autosuficiencia, equidad, conectividad, complementariedad, confianza y complicidad.
Aunque sea una importante simplificación, podemos decir que una buena referencia para mejorar el intercambio entre los territorios y la propia construcción de los mismos es considerar los territorios como un proveedor y receptor de bienes y servicios múltiples, sociales, culturales, ambientales y económicos y siempre atentos a buscar alianzas con otros territorios.
Es importante señalar que en líneas generales y en la mayoría de los casos los territorios rurales podríamos tipificarlos como sistemas de baja densidad. Diseñarlos y gestionarlos entraña especiales dificultades y procedimientos específicos. Entre otros aspectos esenciales, podemos citar la importancia de establecer metas, como lograr umbrales de densidad, especializar funcionalmente determinadas teselas del territorio, impulsar estrategias de aglomerados, discriminar la temporalidad de los diferentes servicios, etc., así como no permitir modelos de asentamientos difusos, que comprometen de una forma importante la sostenibilidad de los territorios.
A modo de síntesis, un importante reto es mejorar la gobernanza multinivel para la sostenibilidad de los territorios, ello implica el diseño de un modelo organizativo y de toma de decisiones capaz de movilizar los recursos humanos e institucionales presentes, tanto en el ámbito rural como en el urbano, en lo público y en lo privado, con el fin de crear estrategias participativas de toma de decisiones y compromisos, en las que estén representados los múltiples intereses (sector público, sector privado, sociedad civil), en igualdad de condiciones y con el objetivo común de crear territorios y relaciones sostenibles. Para ello es esencial introducir criterios no solo de eficiencia, eficacia e impacto, sino también criterios éticos y sociales, relacionados con las expectativas actuales y futuras de los actores de los sistemas territoriales y de la sociedad en su conjunto.
Entre las claves para alcanzar el nivel deseado de participación y compromiso, podríamos citar la necesidad de su alta relación con el nivel de eficacia y utilidad, así como con la utilización de herramientas y sistemáticas adecuadas, sin olvidar que los procesos de compromiso activo, de convergencia y de cohesión, deben contemplarse en un contexto complejo y multidimensional (político, social, cultural, territorial, económico, ecológico, tecnológico, institucional, de valores, eficiencia territorial, polinucleación, gobernanza, etc.) y considerar la enorme importancia de la componente temporal.
Son numerosos los aspectos que deberíamos tener en cuenta para avanzar en esa dirección. El primero de ellos es resaltar la importancia de dejar espacios y condiciones para que puedan ocurrir nuevas formas de organización, participación y compromiso que permitan trabajar en proyectos territoriales. Conceptos como los que se citan a continuación pueden ser de enorme ayuda: construcción institucional, competencias y compromisos locales, políticas de demanda, colaboración publica-privada, cultura emprendedora, capital humano, social, físico, natural económico y cultural, sostenibilidad, dimensión local del bienestar, gobernanza multinivel, sistemas de acompañamiento, coaching, etc.
Es necesario diseñar el territorio para que funcione como un sistema, mejorando y articulando las sinergias entre sus partes y la coherencia interna, e impulsar la relación de pertenencia y compromiso de los diferentes actores.
Contratos territoriales
Un mecanismo posible para avanzar en la buena dirección son los contratos territoriales, que de una forma sintética supondrían:
Tenemos un gran reto, obligación y oportunidad, la de construir contratos territoriales. Eso supone, en un espacio concreto, con suficiente coherencia administrativa y ecológica, una nuevo marco institucional, entendido como forma distinta de relacionarse, de pensar y de hacer, que se sustentaría en una carta de habilidades y compromisos, que auto-obligaría, ("documento contrato"), a todas los actores e instituciones con presencia en el territorio, públicas y privadas. Se plantearía un horizonte temporal de medio plazo, posibilitaría una acción colectiva en los términos más amplios posibles: potenciación del capital natural, cultural y social; corrección de asimetrías sociales, territoriales y de infraestructuras; el reconocimiento y remuneración de los bienes intangibles; mejora de la eficiencia y sostenibilidad de los sistemas productivos y de los territorios, teniendo presente que la agricultura, la selvicultura y sus respectivas cadenas de valor, son una alianza consistente para construir territorios sostenibles.
J.E. Guerrero Ginel
ETSIAM. Universidad de Córdoba.