Durante mucho tiempo, el transporte sólo costaba lo que pagábamos por él. Pero conforme fue incrementándose la percepción de los inconvenientes del actual modelo de transporte: (accidentes, congestión, contaminación y dependencia energética) fue abriéndose paso el concepto de costes externos, los que se producen no son asumidos por quien toma la decisión de mover una persona o una mercancía.
Desde entonces, se habla de los costes sociales del transporte. Se denominan sociales porque afectan a toda la sociedad. La diferencia entre los costes sociales y los que pagamos por un transporte son los costes externos. Ahora bien ¿Quién paga los costes externos? Los pagamos entre todos, aunque cada uno de ellos de una forma diferente. El coste externo de los accidentes de tráfico es el que se produce cuando una póliza de crédito no cubre el coste total social del mismo. En algún caso, como el de la motocicleta, puede llegar a ser muy importante. El coste del cambio climático ya es suficientemente conocido. El de la contaminación se paga en términos de incremento de enfermedades respiratorias que anualmente suponen la muerte prematura en España de 22 000 personas. El del ruido se manifiesta por las molestias que degeneran en enfermedad en las personas que viven en las inmediaciones de una vía transitada. Accidentes, cambio climático, contaminación del aire y ruido son los cuatro principales costes externos. Pero el más popular es la congestión.
La popularización de los sistemas de cálculo de estos costes externos vino de la mano de la consultora suiza INFRAS y del Instituto alemán IWW, cuando en 2004 publicaron el primer gran vademécum con valores medios para cada coste externo a escala europea y de cada país. De acuerdo con esos valores, Renfe calculó que los del transporte en España alcanzaron en 2004 la extraordinaria cifra de 78 000 millones de euros, el 10% del PIB español, una cifra superior al valor que todo el sector del transporte aporta.
¿Es sostenible un sistema que cuesta más del doble de lo que pagamos? Evidentemente, no. ¿Es el transporte, en su actual configuración, un factor clave para al riqueza nacional? Contablemente parece que no, porque cuesta más de lo que da. Pero, ¿es el transporte un sector estratégico necesario para garantizar que la economía nacional, en los términos que hoy está estructurada, siga funcionando? La respuesta es afirmativa.
Sabemos medir de qué forma las actividades de transporte dan lugar a impactos ambientales, accidentes y congestión. También sabemos que en contraste con los beneficios que ofrece, los costes de estos efectos colaterales del transporte no se cubren por los usuarios que los producen. Por eso es necesaria la intervención de las políticas públicas, para que cuando los usuarios tomen una decisión sobre su transporte tengan en cuenta los costes externos que ocasionan. Debido a eso, los usuarios han de enfrentarse a un sistema incorrecto de incentivos o señales, lo cual, según la economía clásica, conduce a pérdidas de bienestar.
En el marco de la revisión de las directivas de la Euroviñeta, el sistema que busca la internalización de una parte de los costes externos de los camiones cuando circulan por la red europea de carreteras, la Comisión Europea encargó a la consultora holandesa Delft CE un sistema de cálculo homogéneo para evaluar tres de los principales costes externos: congestión, contaminación atmosférica y ruido. En 2008, la Comisión Europea presentó el estudio Manual para la estimación de los costes externos en el sector del transporte y para la definición de las políticas de internalización de estos costes. Ahora, a través de una iniciativa de ISTAS, este manual se ha traducido y adaptado al castellano, aunque no en toda sus extensión. Sólo han sido traducidas aquellas partes consideradas realmente críticas para facilitar la comprensión, sobre todo de la metodología, pero también los valores recomendados.
La adaptación del manual proporciona:
Pau Noy
Ingeniero Industrial y colaborador de ISTAS