Más de 16 000 personas mueren cada año en España por causas relacionadas con la contaminación atmosférica. Más de 4000 trabajadores fallecen por exposición a productos químicos y 33 000 enferman por la misma razón. Los químicos rodean nuestra vida cotidiana y nuestros entornos de trabajo.
Algunas de estas sustancias son persistentes, comienzan a habitarnos cuando aún estamos en el vientre materno y ya no nos abandonan nunca. El dossier de este número de Daphnia quiere aportar una humilde respuesta a un problema equiparable al cambio climático, con argumentos y experiencias para promover la acción preventiva y con razones contra el miedo paralizante
El VI Foro ISTAS de salud laboral, dedicado en esta ocasión a la prevención del riesgo químico, cerró sus puertas el pasado 12 de marzo en Sevilla con la participación de más de 600 personas de muy distintas procedencias: sindicalistas y delegados de prevención, profesionales y expertos, responsables políticos y técnicos de las administraciones y de las empresas. Tuvimos ocasión de escuchar a 24 ponentes en las sesiones plenarias y a otros 60 en los talleres y sesiones simultáneas en las que se compartieron multitud de experiencias de intervención preventiva y datos y conocimientos científicos. Si alguna idea fue reiterada y compartida por la mayor parte de las personas que participaron, fue la de que se hacía necesario elaborar una estrategia integral e integrada para afrontar el riesgo químico.
No es para menos. Más de 16 000 personas mueren cada año en España por causas relacionadas con la contaminación atmosférica. Más de 4000 trabajadores fallecen por exposición a productos químicos y 33 000 enferman por la misma razón. Los químicos rodean nuestra vida cotidiana y nuestros entornos de trabajo. Algunas de estas sustancias son persistentes, comienzan a habitarnos cuando aún estamos en el vientre materno y ya no nos abandonan nunca.
Hablamos de cifras alarmantes, superiores incluso a las víctimas de los accidentes de tráfico, y, sin embargo, la sociedad parece que aún no ha cobrado consciencia de la dimensión del problema. Cifras que aluden a personas enfermas por exposición a sustancias químicas a quienes no se les ha reconocido como enfermedad laboral y que también estuvieron y nos lo contaron personalmente. Múltiples y cualificadas voces para pedir soluciones globales, dirigidas a todas las partes implicadas, y que resumiría en las siguientes:
Hace ya casi diez años, ISTAS publicó la traducción al castellano de Nuestro futuro robado, el libro ya clásico de Theo Colborn, John Peterson Myers y Dianne Dumanoski, un trepidante relato de investigación científica que alerta sobre las necesidad de acabar con las sustancias químicas sintéticas que ponen en peligro la vida en el planeta y la civilización humana. Nuestro futuro robado es un libro motivado por cuestiones urgentes, escribían los autores en el prólogo. Una década después las cuestiones que motivaron el libro siguen siendo urgentes. Es cierto que en estos años ha habido avances, como la aprobación de la normativa REACH en Europa o el impulso para conseguir una química verde en Estados Unidos desde una coalición en la que hay científicos, sindicatos, empresas y activistas medioambientales. Pero aún queda mucho por hacer.
Como dice Miquel Porta, la dimensión del problema nos obliga a preocuparnos, a tomar medidas, pero no a vivir con miedo. El dossier de este número de Daphnia quiere aportar una humilde respuesta a esa preocupación, argumentos y experiencias para promover la acción preventiva y razones contra el miedo paralizante.