El agua dulce, incluso después de que diluvie en nuestra ciudad, es un bien escaso para la humanidad y representa sólo el 2,7% del agua del planeta y, no lo olvidemos, es la base de la vida.
El H2O es imprescindible para el desarrollo social y económico. Sin agua no se renuevan gran parte de los recursos naturales ni hay producción humana de bienes y servicios. La de boca es, además, un bien de primera necesidad, aún más, un bien vital.
Por ello podemos realizar cuatro consideraciones estratégicas:
Por lo general y salvo excepciones, al agua de boca de los servicios públicos y a la de riego se les asignan precios incompletos y arbitrarios porque habitualmente sólo contabilizan, en el mejor de los casos, una parte de los costes de captación, tratamiento, transporte, almacenamiento y suministro. El agua potable embotellada, por el contrario, alcanza unos precios altísimos en el mercado sin correspondencia alguna con los costes de "producción". Pero lo más relevante desde el punto de vista de la economía política es que el recurso natural agua dulce, como la mayor parte de los recursos naturales finitos, tiene un valor inestimable e inconmensurable.
El agua está distribuida geográficamente de manera irregular y socialmente de forma injusta, pues el 12% de la población consume el 85% de los recursos hídricos totales. Como consecuencia de ello, el agua potable apta para el consumo humano ha pasado a la categoría de bien raro. Un tercio de la población vive en zonas de altísimo estrés hídrico, 31 países tienen escasez severa de agua, 2400 millones de personas no tienen sistema de saneamiento, 1500 millones no disponen de acceso directo al agua potable y se estima que en el año 2035 esa cifra será de 2400 millones de personas. Las cifras de la ignominia se cierran con una aterradora: cinco millones de personas, particularmente menores, mueren anualmente por enfermedades derivadas de la escasez de agua.
Hasta ahora considerábamos el líquido como un bien social que debía ser controlado por los poderes públicos y puesto al servicio de las personas. La cosa comenzó a cambiar. Los tan nombrados como misteriosos "mercados", siempre ojo avizor ante la escasez, la necesidad y la oportunidad, han descubierto en el agua un enorme nicho de negocio.
La demanda mundial de agua dulce se duplica cada 20 años, lo que supone una tasa de crecimiento superior a la del PIB y a la de la población. El consumo mundial en 2009 fue de 3200 Km3, lo que supone un incremento del 700% en 100 años, de los cuales la agricultura utiliza el 80%, la industria el 12% y el consumo humano asciende al 8%. Tenemos, pues, un sistema productivo muy intensivo y dependiente del recurso agua, lo que indica la insostenibilidad hídricoambiental del mismo (ver cuadro).
A la vez, el recurso disponible merma por agotamiento de los acuíferos fósiles, la tendencia a la baja de los caudales y la agudización de la violencia e irregularidad de las precipitaciones combinada con la extensión de la sequía como consecuencia del cambio climático y por la peor calidad de los recursos hídricos disponibles por contaminación química y biológica de los mismos.
En 2001 el Banco Mundial estimó que el nuevo negocio del agua embotellada para beber se acercaba a mil millones de dólares, hoy esa cifra se queda pequeña. Algunos datos son claro exponente de la irracionalidad del sistema capitalista en el uso y apropiación del recurso: del año 1970 al 2010, según los investigadores Clark y Barlow, la cantidad de agua embotellada pasó de 1000 millones de litros a ¡120 000 millones de litros! El 25% de esas botellas se comercializan fuera del país-manantial y en el camino, además de emitir toneladas de CO2 y contaminar a su paso, el mero transporte eleva 11 000 veces el precio del agua embotellada respecto a la del grifo. Negocio redondo.
El aumento incesante de la demanda ha supuesto que en 2009 las rentabilidades en bolsa de las empresas de agua sean superiores al 6% y que el valor de sus acciones se haya multiplicado por dos, lo que ha animado a la creación de sustantivos fondos de inversión agrupados en el índice Womax (World Water Index) ante las excelentes perspectivas de las empresas de suministro y saneamiento, incluidas las de "producción" industrial de agua embotellada. De ahí la presión privatizadora como en el caso del Canal de Isabel II en Madrid o la entrada de capitales foráneos en Aguas de Barcelona y otras sociedades.
La lucha por los mercados acarreará la exacerbación de la competencia y de su mano, del conflicto. Existen precedentes de guerras del agua y de guerras por el agua. En la medida en que la demanda aumente, el recurso merme y la privatización del bien social continúe no es de descartar que el gran factor desencadenante de conflictos bélicos en el futuro próximo sea el control de los recursos hídricos. Pero la historia futura no está escrita, podemos diseñarla, podemos evitar las tragedias humanas e impulsar el bienestar colectivo. Tenemos las soluciones, solo necesitamos las decisiones.
En las imágenes, embalse de Almendra, en Salamanca, desagüe y vista aérea (Fotos de "tescelma" en www.embalses.net y de Ricardo Melgar en Panoramio).