La Comunidad de Madrid tiene una superficie de 7.995 km2 y algo más de 6,3 millones de habitantes. Con 781 habitantes por km2, es la más densamente poblada de España. También es la región con más kilómetros de carreteras (3.500) a nivel mundial, lo que tiene unas consecuencias directas sobre el modelo de transporte que utilizamos.
Se favorece el uso del vehiculo privado frente al transporte colectivo y aumenta la contaminación atmosférica con graves efectos para el medio ambiente y la salud pública. El parque automovilístico supera los cuatro millones de coches, dos por cada tres habitantes.
La huella ecológica de los madrileños es cuatro veces mayor que su territorio, lo que significa que para mantener nuestro nivel de vida en las condiciones actuales debemos consumir los recursos naturales y eliminar los residuos generados de un espacio de 32.000 km2.
Madrid depende de la energía que consume prácticamente en su totalidad. En este sentido, lo más importante sería implantar políticas encaminadas a la eficiencia y el ahorro energético, acciones que reducirían las emisiones de CO2.
El modelo productivo y de servicios de la Comunidad de Madrid no favorece unas condiciones medioambientales y de salud pública sostenibles. La presión urbanística sobre la sierra de Guadarrama -auténtico pulmón de todos los madrileños- sigue siendo una dura realidad, sólo parada temporalmente por la crisis en la que estamos inmersos y no por una legislación protectora del medio natural, absolutamente necesaria.
El vehículo privado y la red de carreteras madrileña, así como un mal desarrollo integral que no favorece que el trabajo y la vivienda estén cerca, junto a un insuficiente transporte colectivo, hacen que las emisiones difusas crezcan y no se logren las necesarias reducciones de CO2.
Estas condiciones y circunstancias provocan que la contaminación medioambiental en Madrid sea muy severa. La Comunidad de Madrid registra altos valores de contaminantes atmosféricos, principalmente relacionados con el tráfico. Todos los años se rebasan los límites legales establecidos, tanto para partículas en suspensión como para dióxido de nitrógeno, y se puede afirmar que los datos, con oscilaciones anuales, son cada vez peores. En 2009 se superó el límite diario de partículas en suspensión en ocho de las veinticinco estaciones de la red y se sobrepasó la concentración media anual recomendada por la OMS en 21 estaciones. Respecto al dióxido de nitrógeno, la media de las estaciones de la ciudad de Madrid superó el nivel permitido y en 22 de las 25 estaciones se superó el nivel límite anual.
Cada vez existen más evidencias de que la contaminación atmosférica incide de manera significativa en la salud de los ciudadanos, fundamentalmente en la aparición y agravamiento de enfermedades respiratorias, así como de otras asociadas, como las vasculares y determinados cánceres. Según datos de la Comisión Europea, la contaminación atmosférica provoca en la UE unas 370 000 muertes anuales, 16 000 de ellas en España.
El incremento en la mortalidad por enfermedades respiratorias, cardiovasculares y por cáncer de pulmón está relacionado con la contaminación por partículas. También se incrementan los ingresos hospitalarios por afecciones respiratorias y cardiovasculares. Solo por culpa de la contaminación por partículas en suspensión, los madrileños pierden entre tres meses y dos años de vida.
El dióxido de nitrógeno (NO2) afecta a los tramos más profundos de los pulmones, inhibiendo algunas funciones de los mismos, como la respuesta inmunológica, lo que provoca una merma de la resistencia a las infecciones. La exposición crónica a bajas concentraciones de NO2 se ha asociado con un incremento de las enfermedades respiratorias crónicas, el envejecimiento prematuro del pulmón y con la disminución de su capacidad funcional.
Además, la contaminación atmosférica agrava, de forma indirecta, patologías crónicas susceptibles, como el asma, la EPOC o las bronquitis crónicas. Afecta especialmente a las personas más vulnerables (niños, ancianos y embarazadas) y puede ocasionar también la aparición de procesos autoinmunes, pérdida de la calidad reproductiva y un mayor número de abortos, entre otros.
Diferentes estudios epidemiológicos evidencian que hay una relación directa entre el incremento de la contaminación del aire y el aumento de los ingresos hospitalarios por problemas coronarios o vasculares, así como un aumento de la mortalidad por estas causas.
El estudio Apheis 3 sobre contaminación atmosférica y salud realizado en 26 ciudades europeas indicó que sólo en Madrid se podrían evitar 1699 muertes prematuras cada año (58 muertes por 100 000 habitantes) si se redujera la media diaria anual de partículas en suspensión a 20 microgramos por milímetro cúbico.
Contaminación acústica
Se estima en 1,2 millones de ciudadanos los expuestos a niveles de ruido que pueden afectar a su salud. Además de su impacto sobre la capacidad auditiva, el ruido puede provocar otros problemas de salud importantes como estrés, hipertensión, déficit de atención, ansiedad, alteraciones del sueño, irritabilidad, dolores de cabeza.
La contaminación ambiental es un problema de primera magnitud que debería ser prioritario para cualquier gobierno preocupado por la salud de los ciudadanos.
Madrid necesita un nuevo modelo de desarrollo basado en políticas no agresivas con el medio natural, que fomenten el ahorro y la eficiencia energética y las energías renovables. Debe primar el transporte colectivo frente al privado y actuar para que sea más racional el lugar de trabajo y la vivienda.