Aunque no hubiera cambio climático habría que cambiar el modelo energético y el modelo de desarrollo. Y la mitigación e incluso adaptación al cambio climático se conseguirá más eficaz y eficientemente como resultado de un desarrollo mas sostenible.
Y, recíprocamente, el cambio climático y, en particular, la nueva política energética requerida puede ser el elemento impulsor y dinamizador del necesario cambio de paradigma hacia una mayor sostenibildad del desarrollo que, de otra manera, como cambio profundo -también cultural- pudiera requerir varias décadas.
Como concluye el texto del Nuevo Contrato Verde propuesto por Naciones Unidas en septiembre de 2008 (PNUMA, 2008): "Las nuevas formas de producción y consumo de energía pueden ser un vector de crecimiento económico y un sector industrial relevante productor de servicios avanzados intensivos en conocimiento".
La coyuntura actual -y muy en particular la española, que se distingue por su ineficiencia y dependencia energética y su potencial en energías de fuentes renovables- ofrece una oportunidad inmejorable para iniciar con determinación la transición hacia un modelo que priorice las energías renovables y la conservación energética.
Necesitamos clarísimamente una política energética que sea económica y ecológicamente beneficiosa a corto plazo, al tiempo que se crean las condiciones de implantación de un modelo energético sostenible a medio y largo plazo. Estamos ante una opción estratégica con efectos a corto y largo plazo cuyas claves hay que identificar para anticipar y apostar por los escenarios con futuro, en particular en materia de energía.
De las fuentes de energía que pueden significar una aportación masiva en este tiempo, el carbón, la nuclear y las energías de fuentes renovables -eólica, solar de concentración, fotovoltaica, biomasa...-, sólo las últimas pueden calificarse como sostenibles.
Aun incluyendo el llamado carbón limpio y los sistemas de secuestro y almacenamiento de CO2 -todos ellos por demostrar-, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 80 o 90%, habría que incrementar el consumo energético (más del 30% de la energía producida) y los costes (hasta un 80%), con emisiones significativas (entre un 10 y un 20%) y otros impactos ambientales.
En el estado actual de la tecnología, la fisión nuclear tiene en sí todos los parámetros de insostenibilidad. El principal es el de los residuos radiactivos (¿o habría que llamarlos inquemados por la baja eficiencia en la fisión de la tecnología actual?). Además, se trata de una tecnología intrínsecamente insegura (seguridad a base de sofisticados sistemas redundantes de seguridad y por ello muy vulnerables), susceptible de contribuir a la proliferación nuclear, requiere unas capacidades que la excluyen de su aplicación en la mayoría de los países en desarrollo y es cara, con altos costes de inversión (más de 4.000 euros por kilovatio instalado y subiendo) y de financiación, por el largo periodo requerido para poner a funcionar una central nuclear. A lo que se uniría, en España, el ser una fuente no autóctona. Además, en el estado actual de la tecnología no habría combustible nuclear para más de unas décadas en una aplicación masiva de esta tecnología.
Por ahora, ésta es la tecnología disponible que se vislumbra a medio plazo. Conseguir en cuatro décadas un sistema operativo avanzado de fisión (reactores rápidos o reproductores) o la soñada fusión, que podrían resolver muchas limitaciones y hacer más sostenibles las centrales nucleares, parece una quimera.
A tres o cuatro décadas vista subsistirán las tres opciones de suministro masivo, aunque habrá una priorización clara de las energías de fuentes renovables, que en países como España se convierten en el eje de su opción estratégica al no estar forzada en la opción carbón (casos de EEUU, Australia, Sudáfrica, China, Rusia...) y nuclear (casos de Francia, EEUU, Rusia, Reino Unido...) y tener tecnologías y un gran potencial en materia de energías de fuentes renovables. Esta situación posibilita la generalización de las energías de fuentes renovables en un nuevo sistema de producción distribuida, con redes inteligentes de conexión y predominio de la electricidad como forma final y vector también para el transporte (los vehículos eléctricos actuarían incluso como acumuladores).
Las limitaciones para la generalización de las energías de fuentes renovables ya no son tecnológicas, ni de potencial, ni de viabilidad para gestionarlas como potencia firme (se pueden hibridar entre ellas, con centrales de biomasa, centrales hidráulicas reversibles... y recurrir a interconexiones), ni de capacidad de acogida del territorio, como demuestra para la eólica el informe reciente (mayo 2009) de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). Un informe que confirma que esta fuente por sí sola es capaz de suministrar varias veces la demanda europea en las próximas décadas.
Y la viabilidad económica se acrecienta día a día, con costes que muestran que las energías de fuentes renovables son cada vez más competitivas. Según el reciente informe COM 2008/271 de la Comisión Europea, sus costes siguen bajando, siendo ya para la eólica de entre 7 y 10 céntimos de euro por kilovatio y hora (KWh.) y previendo que sea de 5 a 8 céntimos en 2030. El coste se acerca así al de la nuclear, más bajo que el de las centrales de fuel-oil y sólo algo más caro que el de las centrales de gas de ciclo combinado (asumiendo un precio de 60 dólares por barril de crudo, que se superará ampliamente) y que el de las centrales de carbón (para costes de la tonelada de CO2 en el mercado de derechos, de unos 40 euros por tonelada difíciles de asegurar). Es cierto que los costes de otras energías de fuentes renovables siguen siendo altos, como el de la solar de concentración, que se prevé se aproxime a los 10 céntimos de euro en una década, y el de la fotovoltaica, que se aproximaría a los 15 céntimos de euro por kilovatio y hora en 2030 si no hay cambios tecnológicos sustanciales, que podría ser el caso.
Sin embargo, si se evalúan costes comparables -levelized costs-, internalizando los costes y beneficios, tendríamos según Lazard -junio de 2008- costes muy ventajosos ya ahora para las energías de fuentes renovables (de 5 a 9 céntimos de euro por kilovatio y hora para eólica y biomasa y de 9 a 14 para la solar de concentración) con respecto a las térmicas convencionales (entre 7 y 10 céntimos para el gas y entre 7 y 13 para el carbón) y la nuclear (de 10 a 12 céntimos por kilovatio y hora).
España está bien posicionada por su desarrollo de las energías de fuentes renovables y su participación en el mercado global, que fue del 10 al 15% en 2008 y que podría ser del 10 al 20% en 2030, lo que equivaldría a un 6 y un 12% del PIB español.
¿Por qué escenario apostamos, cuya transición empezamos a construir desde ahora? Si no hacemos esta reflexión, nos la darán hecha y perderemos también esta Tercera Revolución Industrial, basada esta vez en el abandono de los combustibles fósiles, y que parecíamos destinados incluso a liderar.
El margen de maniobra es cada vez más escaso. Basta analizar los escenarios ya estudiados que alcanzan hasta el 2050, en el que con reducciones obligadas en emisiones de gases de efecto invernadero de más del 80%, la descarbonización de los países desarrollados, es obligada como acaban de confirmar (9 de julio 2009) los países del G8 reunidos en Italia. Y el consenso emergente es que para esa fecha todos los sistemas energéticos deben ser sostenibles, incluso las centrales nucleares, admiten los países que por su dependencia están obligados a creérselo y hacérnoslo creer. España solo tiene una opción estratégica para 2050: España toda solar o básicamente solar.
La cuestión es cuál es la hoja de ruta hacia el 2050 y en la que el horizonte 2030, el más estudiado, es clave y va a servir probablemente de referencia para el debate pos Kioto con independencia de que también se fijen objetivos para 2020 en EGEI (emisiones de gases de efecto invernadero). Es clave porque en él ya deben apuntar maneras las reducciones drásticas de EGEI en ese ineludible compromiso de no superar los 2ºC de incremento de temperatura media global con respecto a la época preindustrial y, por tanto, no superar concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, en equivalente CO2, de 450 partes por millón (ppm) o, como máximo, y ya con alto riesgo, de 550.
Con esta condición de contorno, los escenarios para 2030 de la Agencia Internacional de Energía (AIE) coinciden con los que le precedieron realizados por el REC (Consejo para las Energías Renovables) con y para Greenpeace, en una clara reducción del incremento en la demanda tendencial de energía, limitándola a menos del 0,8% anual y asumiendo que el 50% de toda la demanda eléctrica debería ser no fósil, aunque el World Energy Outlook (WEO), dependiente de la Agencia, mantiene la tercera parte de la no fósil como tecnología nuclear. Y los costes de estos escenarios mas sostenibles (unos 13,6 billones de dólares en 2006 -2030) serian como mucho (no considera externalidades positivas asociadas a las energías de fuentes renovables) del orden de un 6-8% superiores al tendencial o insostenible y por tanto viables económicamente.
España no debería crecer a más del 0,6-0,8% anual en estas dos décadas, estabilizar antes de 2030 el consumo de energía y conseguir que mas del 60% de la electricidad generada fuera de energías de fuentes renovables en 2030 para posicionarnos diferenciadamente y como lideres nacionales y globales en tecnología de energías de fuentes renovables.
Entretanto no hay que olvidar que el escenario 2020 o de mínimos está ya fijado a nivel comunitario por el llamado paquete 20-20-20 de la propuesta de la Comisión de enero de 2008. Y esta obligación del 20 % de energía primaria de fuentes renovables es una obligación para los Estados Miembros en la nueva directiva comunitaria que España deberá trasponer dentro de su anunciada Ley de Economía Sostenible o como una ley nacional sobre las renovables. España se debería distinguir superando las exigencias comunitarias, no incrementando su demanda en más del 0,6-0,8% anual y con un 20-25% de la energía primaria de fuentes renovables en 2020.
Los cálculos recientes realizados para España de los escenarios 2020 y 2030 señalados cifran las inversiones anuales necesarias en materia de energías de fuentes renovables entre el 1 y el 2% del PIB, similares a las realizadas en 2008 en energías de fuentes renovables y que desgraciadamente no se repetirán en 2009.
Las ventajas de una apuesta "renovable" son muchas: generación de empleo de calidad, empuje a la I+D+i, a la productividad y competitividad, reducción de la dependencia y vulnerabilidad energética, mejora de la balanza de pagos española... y contribución a la mitigación del cambio climático que se derivarían de la generalización de las energías de fuentes renovables y de la construcción de la España toda Solar, en lugar de toda un solar, como marca de futuro para España
Domingo Jiménez Beltrán
Ingeniero industrial. Ex director de la Agencia Europea de Medio Ambiente.