Si nos atenemos a las grandes cifras, los bosques van bien. La superficie forestal aumenta y, además, en los dos últimos años los incendios forestales nos han dado una pequeña tregua. Los últimos inventarios nos hablan del incremento de biomasa de nuestra superficie forestal, biomasa que podemos convertir en carbono para valorar el efecto sumidero de nuestros bosques y, sobre todo, plantaciones.
Como nuestra masa forestal absorbe CO2, podemos utilizarlos para compensar nuestras emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y así poder cumplir con el Protocolo de Kyoto. ¿Todo bien?
No, existen muchas dudas sobre este planteamiento. Y dada la importancia actual y creciente de las emisiones de CO2 a la atmósfera, y el papel que los ecosistemas forestales pueden jugar como sumideros de carbono, es obligado hacer algunas reflexiones sobre la viabilidad y riesgos de los planes y estrategias gubernamentales, como es el caso de España, que contemplan la utilización de sumideros para la compensación de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los datos del III Inventario Forestal Nacional (III IFN) revelan cambios significativos en el territorio forestal español. Desde la publicación del anterior inventario, en 1998, los cambios más significativos son:
En 2008 "sólo" ardieron 40.977,46 hectáreas forestales en España, menos de la mitad el año anterior (86.112,53 hectáreas), y casi un 70% menos que la media de la década (131.774,54). El pasado año, fue el mejor en lo que va de siglo y también de los últimos diez años.
Los montes españoles, víctimas del cambio climático
El informe Principales conclusiones de la evaluación preliminar de los impactos en España por efecto del cambio climático (Ministerio de Medio Ambiente, 2005) adelantaba que "el cambio climático alterará la fenología y las interacciones entre especies, favorecerá la expansión de especies invasoras y plagas, aumentará el impacto de las perturbaciones, tanto naturales como de origen humano, y afectará a la estructura y funcionamiento de los ecosistemas terrestres". La vegetación de alta montaña, los bosques y arbustedas caducifolios sensibles a la sequía estival, los bosques esclerófilos y lauroides del sur y suroeste peninsular y la vegetación litoral se cuentan entre los tipos más vulnerables.
Con estas predicciones, expertos forestales están reclamando "diseñar bosques más resistentes a las plagas, enfermedades, fuegos, severidad climática extrema y otros episodios tan frecuentes en el medio mediterráneo. También más estables y de mayor calidad paisajística, optimizadores de la biodiversidad, y más útiles hidrológica y socialmente".
Pero el cambio climático está afectando ya desde hace años a nuestra superficie forestal. Ya no hablamos de predicciones, sino de evidencias: adelanto de la floración de especies silvestres o cultivadas, la afección de comunidades forestales concretas, la ascensión en altura de plagas como la procesionaria, la sustitución de unas comunidades forestales por otras o la vinculación de fenómenos como la seca con salidas de rango de las variables fitoclimáticas habituales.
Además, desde la década de los noventa se ha observado que cada vez es mayor la superficie afectada por grandes incendios forestales. Muchos de estos incendios, además de su gran magnitud, están siendo altamente destructivos para las masas forestales que los sufren ,debido a la intensidad del fuego generado, su comportamiento extremo y la imposibilidad de extinguirlos con los actuales medios humanos y materiales. Cuando los incendios forestales adquieren estas características se denominan Incendios de alta intensidad.
Los expertos apuntan que este tipo de incendios de alta intensidad están relacionados con el calentamiento global y la alteración del régimen de precipitaciones. Pero la responsabilidad no es sólo del calentamiento global. Los cambios de uso del suelo, la reducción de la actividad agrícola, las políticas forestales y de lucha contra el fuego imperantes durante décadas, el abandono de los usos tradicionales del bosque, y muchos otros factores están participando también en la proliferación de estas perturbaciones extremas.
¿Qué cantidad de toda esta ingente superficie forestal que hemos visto surgir en los últimos decenios está siendo gestionada? Los datos señalan que sólo el 16% de la superficie forestal española cuenta con un plan de gestión forestal. Parece más bien que una gran parte del monte español está abandonado, esperando que venga el fuego. La realidad, por decirlo simple y llanamente, es que la situación estructural del monte español puede provocar una continua deserción de nuestros "sumideros" hacia el lado de las fuentes de emisión de gases de efecto invernadero.
Los montes españoles ¿Sumideros de carbono?
El aumento de la superficie forestal y dos años buenos de incendios han generado un momento propicio para que desde el sector forestal se quiera poner de relieve la función de sumideros de los montes españoles, pero sin querer poner sobre la mesa los cambios y los riesgos del cambio climático, así como el incremento de los incendios de alta intensidad.
Cuando en los primeros meses de 2008 escuchamos la famosa promesa electoral de Zapatero, la de los 45 millones de árboles para esta legislatura, no se nos dijo que los nuevos árboles venían de la mano de un nuevo objetivo: compensar el 2% de las emisiones españolas de GEI.
El Gobierno español es, dentro de la UE, uno de los países que más presión está ejerciendo para que el siguiente periodo de compromiso del Protocolo de Kioto se abra a la compensación de emisiones en el sector forestal. De hecho, actualmente el gobierno español está abordando una parte de sus compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero haciendo uso de este mecanismo, la absorción de carbono de la atmósfera mediante sumideros. El Plan Nacional de Asignación de Derechos de Emisión 2008-2012 estima compensar el 2% de las emisiones del año base.
La fuente de información principal de conocimiento del incremento de la superficie forestal, y por tanto para la contabilización total del carbono que almacenan los ecosistemas forestales, es el Inventario Forestal Nacional (IFN). Si bien la metodología de trabajo y los objetivos del IFN han mejorado, dicho inventario presenta problemas de concepto graves, como es la confusión permanente entre bosques y plantaciones, un tema clave para evaluar la cantidad de carbono en los sistemas forestales. También, las variaciones metodológicas entre inventarios, así como la intensidad del muestreo han variado.
Las plantaciones forestales de turno corto, cuya superficie aumenta en España año tras año, están sometidas a una gestión intensiva que frecuentemente presenta pérdidas de carbono durante los procesos de preparación del terreno y corta y saca de la madera, problema agudizado en situaciones de pendiente. En los casos en que las plantaciones se han implantado en, por ejemplo, pastizales cantábricos (con suelos de alto contenido en carbono), habría que evaluar realmente si los datos de absorción oficiales se acercan algo a la realidad ofrecida por el sector.
Por estos motivos, el papel de los montes españoles como sumideros ha de ponerse en cuarentena. Desde la sociedad civil debemos demandar al gobierno español que el objetivo de compensar el 2% de las emisiones utilizando el mecanismo de sumideros vaya acompañado de una inversión suficiente en recursos económicos y humanos para mitigar los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas forestales españoles.
Miguel Ángel Soto Responsable de la campaña de bosques de Greenpeace
Francisco Javier Cabezos Secretario de Medio Ambiente de FSC-CCOO