Hoy en día hay una fuerte evidencia científica de que el cambio climático contribuye a aumentar la carga de enfermedades y de muertes prematuras, fenómeno que irá acentuándose en las próximas décadas.
Los efectos del clima sobre la salud son debidos a un aumento de la temperatura y de la frecuencia de catástrofes, así como a cambios en la calidad y cantidad de agua, aire y alimentos.
Las olas de calor, que provocaron en 2003 más de 35.000 muertes en Europa, se hicieron más frecuentes en todo el planeta en las tres últimas décadas, afectando más a ancianos y a trabajadores rurales. Por otro lado, el aumento de las temperaturas favorece la salmonelosis y la contaminación de los alimentos por parte de vectores de infecciones como moscas, cucarachas y roedores, y la proliferación de algas asociadas a la ciguatera en los mares tropicales.
El aumento de las inundaciones tiene mayor impacto en el sureste asiático y en América latina, donde las insuficiencias de la red de saneamiento contribuyen a precipitar epidemias de diarreas, cólera y fiebre tifoidea. Además, como toda catástrofe natural, desencadenan importantes trastornos mentales en las poblaciones afectadas.
Las sequías se acompañan de epidemias de meningitis en África subsahariana, y junto con el aumento de plagas, afectan a la producción agrícola en varias regiones tropicales, agravando la malnutrición, factor de riesgo de numerosas enfermedades. También impulsan migraciones hacia las ciudades, que se asocian a hacinamiento y a escaso acceso al agua potable, favoreciendo así enfermedades infecciosas.
La mayor exposición a los rayos UV aumenta el riesgo de quemaduras, cataratas y melanoma maligno, mientras que el calentamiento acelera la formación de ozono desde el óxido nitroso y los compuestos orgánicos volátiles procedentes de los medios de transporte, que conlleva un aumento de morbilidad y mortalidad cardiovascular y respiratoria (incluyendo asma y rinitis alérgica).
Otra fuente de contaminación atmosférica y enfermedades respiratorias son los gases tóxicos producidos en los cada vez más frecuentes incendios de los bosques. La recrudescencia de alergias se debe igualmente a la proliferación de Ambrosia artemisiifolia, planta muy alergénica, favorecida por el aumento de temperaturas y de la concentración de CO2.
El cambio climático contribuye a alterar la distribución geográfica de la encefalitis por garrapatas, del dengue y de la malaria, siendo esta última también influenciada por los efectos climáticos de El Niño. Se prevé que en África la distribución de la malaria alcanzará nuevas regiones y su periodo de transmisión se alargará. Los países empobrecidos y los colectivos más vulnerables (ancianos, niños, campesinos y poblaciones costeras) son los que menos posibilidad tienen de hacer frente a todo tipo de estrés, por lo que el cambio climático reforzará las ya agudas desigualdades sociales en salud existentes. El crecimiento económico no podrá por sí solo mitigar sus impactos dañinos, sino que tendrán más peso factores como la calidad del sistema sanitario, una justa redistribución de las riquezas y las políticas de salud pública.
Eugenio Calciati
Médico de familia. Máster en Salud Pública