La interacción entre el ser humano y el medio ambiente ha evolucionado provocando la aparición de nuevos factores de riesgo para la salud. Los niveles de contaminación del aire, el agua y el suelo que hemos alcanzado, así como la emisión de compuestos químicos y el cambio climático, suponen nuevos retos para la salud pública por el aumento de patologías asociadas a estas exposiciones, como enfermedades cardiovasculares y respiratorias, cáncer, alteraciones endocrinas...
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el 23% de las muertes prematuras en el mundo son causadas por factores ambientales y en Europa el 20% de la incidencia total de enfermedades se debe a estas exposiciones. Las cifras son más elevadas en el caso de los niños, una población especialmente vulnerable e inocente.
Para atajar este problema es fundamental la colaboración intersectorial para el diseño de estrategias de evaluación, control y prevención de los factores de riesgo medioambientales, así como de protección de los aspectos beneficiosos que el medio proporciona a la salud y el bienestar humanos. En este sentido, existe una importantísima sinergia entre las políticas de protección medioambiental y las de salud pública, como la creación de entornos saludables, que los profesionales de ambos campos han de aprovechar y encauzar en beneficio de un futuro más saludable para el planeta y su población