Las renovables dan el perfil

Cuando he entregado a ISTAS mi trabajo sobre perfiles emergentes de empleo en las energías renovables, desde Daphnia se me ha encargado un artículo sobre las características que tendrá el empleo en el sector hacia 2020. Un escrito de este cariz pertenece al campo de la fantasía. En principio, hay muchos factores aleatorios que poco tienen que ver con la sustitución de fuentes de energía.

El grupo de empleo más numeroso del sector (los servicios administrativos y de atención al cliente) no se vería afectado, aparte de las presiones de deslocalización, ajenas a las energías renovables (EERR en adelante) y que los trabajadores y sus representantes deberán soportar conforme avance la actual crisis.

El mantenimiento de redes de distribución y servicio también es una actividad que no se verá afectada por la introducción de las EERR. Más bien al contrario. Es muy probable que los empleos de mantenimiento y servicio se expandan como consecuencia de los cambios que vendrán asociados a las energías renovables: redes más locales, acumulación y envasado de energía, etc. Esto último se relaciona con proyectos ya en marcha, el aprovechamiento de las puntas de generación eólica y solar para su almacenamiento en baterías y dispositivos para coches eléctricos y consumo en los hogares.

No podemos saber lo que aún está por imaginar, pero todo sector emergente genera, por sí mismo, aprovechamientos novedosos de sus outputs, y estos siempre generan empleos relacionados con su desarrollo, con su distribución, o con su aprovechamiento.

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En principio, todo nuevo proyecto de EERR implica ingenieros con especialización, técnicos proyectistas, mecánicos y electricistas especializados para los trabajos de montaje, funcionamiento y mantenimiento de las nuevas instalaciones, o personal de logística, una actividad con una importancia creciente en este sector. La curva de experiencia de la industria, como siempre ha pasado, conllevará, en sus primeros quince a veinte años, la obsolescencia prematura de las instalaciones ya realizadas, con cambios hacia mayor potencia y eficiencia de las mismas, menor tamaño de las máquinas e investigación en materiales más ligeros y resistentes.

Todo ello nos plantea el reto de la superación de las barreras que nuestro obsoleto sistema de formación profesional plantea al desarrollo del capital humano necesario para los cambios que se esperan:

  • En primer lugar, el sistema de especializaciones no es suficientemente flexible para poder incluir formación relacionada con las nuevas fuentes de energía, su dinámica, principios científicos básicos y tecnología. 
  • En segundo lugar, la división entre mecánica, electricidad y electrónica es un handicap para la formación de perfiles técnico-profesionales, que las tecnologías asociadas a las EE RR y a sus desarrollos futuros, exigen. 
  • En tercer lugar, los tecnólogos, nombre más adecuado que el de formación profesional técnica, son personas con una formación básica en su profesión, y también con unas habilidades que sólo se adquieren por la experiencia. Incluida, y no es la menor, la de aprendizaje. En el caso de la eólica, por ejemplo, la habilidad para trabajar en altura. Las energías renovables son sectores donde confluyen tecnologías diversas y donde se han impuesto técnicas logísticas que implican el trabajo en red entre proveedores de servicios muy diferentes. El profesional debe cooperar con otros profesionales, de empresas distintas, en situaciones de riesgo, donde la responsabilidad principal sobre la tarea varía, obligando a un sur-plus de atención y compromiso, incluida una mayor disposición al desplazamiento en el territorio nacional e incluso la expatriación.

En el sector de la energía, las normas y procedimientos son muy estrictos, reclamando de las empresas y de los profesionales una atención especial a la formación continua.

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En cuanto a nuevas profesiones impulsadas, pero no directamente relacionadas con el proyecto (la instalación y funcionamiento de complejos para producir energía eléctrica con energías renovables), ya hemos citado los empleos que posiblemente se crearán en la actividad de almacenamiento y distribución de energía en forma de baterías y dispositivos para el consumo en vehículos y hogares. Otra posibilidad es la del aumento de la autonomía energética de unidades poblacionales, como es el caso en Austria, donde muchos valles de economía de montaña se han independizado de las redes de distribución, con unidades muy eficientes de explotación combinada de ganadería y agricultura alpina, aprovechando energías renovables combinadas.

Durante un periodo bastante largo, el simple despliegue de instalaciones basadas en energías renovables será un aliciente para I+D en los sectores suministradores: turbinas y sistemas de transmisión más eficientes, para los aerogeneradores; y materiales e instalaciones más ligeros, o de más fácil integración en los edificios urbanos; formas novedosas de corrección del régimen aleatorio de las fuentes: solar, eólica e hidráulica; vehículos para aprovechar todas estas innovaciones (coches eléctricos), hogares energéticamente autónomos y eficientes; y cambios en la concepción urbanística, con el desarrollo de empleos especializados en la eficiencia energética relacionados con la construcción, la obra pública, la climatización, y con las industrias que proveen los inputs en máquinas y materiales para estas actividades.

La sociedad ha tenido que conmocionarse por una crisis como la actual, con las tremendas secuelas que estamos empezando a vivir, para empezar a darse cuenta de que el desarrollo tiene costes, que, a veces, no podemos pagar. Los niveles de consumo basados en auges especulativos, que adelantaban el ahorro de los próximos 25 años (hipotecas y crédito para pagar bienes de consumo) para pagar beneficios del 40 o 100%, aprovechando el deseo de muchos de tener los objetos hoy y ahora, han ocultado un déficit de formación de la población laboral española que ya no podemos sostener. Si queremos que los empleos perdidos por la construcción se recuperen en sectores de futuro, necesitamos que la formación recoja las tecnologías de esos sectores, y además, con urgencia.

José Candela
Economista y colaborador de ISTAS

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