En fin, estamos ante la gran oportunidad de aprovechar el cambio de ciclo para abordar con valentía los cimientos para la "refundación ecológica" de la economía en clave de sostenibilidad integral. La creciente presión humana está provocando una alteración planetaria que permite definir la era actual como Antropoceno, en tanto que nuestra especie se ha convertido en una nueva fuerza capaz de controlar los procesos fundamentales de la biosfera y provocar el fenómeno del cambio global.
Ante la manifiesta insostenibilidad del sistema mundial, donde el impacto del aumento exponencial de la población se ve superado por la ola de globalización del turbocapitalismo, se ha venido reclamando una respuesta estratégica bajo la perspectiva del desarrollo sostenible. Pero, más aún, ante la nueva crisis sistémica (alimentaria, financiera, económica, social), se refuerza el nuevo paradigma sostenibilista. Para enfrentarse al cambio global hay que plantear transformaciones estructurales con una transición del sistema productivo y su motor energético hacia la economía del futuro: innovadora, eficiente, competitiva y de baja intensidad en carbono, en materia, en energía y en territorio. Porque el desarrollo o es sostenible o no podremos superar racionalmente los ciclos recesivos y aspirar un futuro esperanzador.
La actual situación de eco-crisis, económica y ecológica, nos sitúa ante una nueva etapa que puede introducir nuevos ingredientes de sostenibilidad, aunque sea, de momento, "forzada", propiciando un cambio del "metabolismo" de la economía real, acorde con la capacidad de carga de los ecosistemas, y nuevos valores éticos. El adverso contexto económico actual puede ser una oportunidad para impulsar el cambio necesario hacia una economía que propicie una mayor diversidad social, unos procesos productivos más ecoeficientes y una relación más armónica con los ecosistemas.
Así, la nueva economía sostenible se debe fundamentar en modelos de producción y consumo que, de forma simultánea, puedan generar beneficios, fomentar puestos de trabajo de calidad, producir más y mejor con menor impacto ambiental, satisfacer verdaderas necesidades (eliminando las "necedades") y reducir la pobreza mediante la implantación de ciclos cerrados que imiten la naturaleza (ecología industrial). Y, sobre todo, con inversión en tecnologías limpias, energías renovables y sistemas eficientes, al tiempo que se racionaliza la "suficiencia" (¿cuánto es suficiente?).
Los argumentos a favor de la nueva economía sostenible y generadora de empleos verdes son claros y resuelven, mediante círculos virtuosos, varios puntos clave para avanzar hacia la sostenibilidad integral (social, económica y ambiental). Por un lado, todas estas inversiones son intensivas en trabajo y privilegian la inversión en capital humano, con lo cual tienden a generar más empleo por unidad de capital. Por otro lado, la naturaleza no deslocalizable de estas actividades productivas favorece la reactivación de las economías locales y regionales desde criterios de una mayor cohesión territorial.
Además, esta estrategia de reactivación económica implica una reducción de costes sociales, ambientales y económicos en el medio y largo plazo. Por ejemplo, la menor dependencia progresiva del consumo de combustibles fósiles supone un descenso radical de los enormes costes económicos que supone, pero también de sus fuertes costes sociales y ambientales a escala global.
La energía sostenible no sólo es limpia, sino que es eficiente y generadora de trabajo; las renovables tienen un impacto ambiental relativamente pequeño comparado con las energías convencionales y generan entre tres y cinco veces más empleos. Y, adicionalmente, hay que tener presente que la generación de esta nueva industria energética está vinculada al mundo rural que debe obtener prestaciones adicionales. Incluso los biocombustibles, técnicamente más avanzados y definidos como de "tercera generación", que puedan contar con una gestión integrada y una evaluación de los impactos ambientales y socioeconómicos, directos e indirectos, permiten nuevas posibilidades para el desarrollo del campo, en tanto que se produzcan con las materias primas adecuadas, en terrenos apropiados y con procesos energéticamente eficientes.
Nuevas políticas de conservación del patrimonio natural y de reforestación con criterios de sostenibilidad aumentan la absorción de las emisiones mediante los sumideros de carbono que ofrece la cubierta vegetal y especialmente los ecosistemas forestales. En esta línea, las estrategias a favor de un desarrollo rural sostenible y diversificado pueden revalorizar los recursos endógenos que contribuyen a garantizar los servicios ambientales prestados por los ecosistemas de los que se derivan beneficios de regulación hidrológica, protección de la biodiversidad y reducción de los riesgos de erosión y desertificación que amenazan gravemente a gran parte del territorio español. Se trata de una opción para la sostenibilidad rural, potenciando el reequilibrio campo-ciudad, mediante compensaciones (como, por ejemplo, el "pago por servicios ambientales") y otros instrumentos que permitan mejorar las condiciones de trabajo, crear nuevos yacimientos de empleo verde y fomentar una nueva "economía de la biodiversidad" para facilitar una vida digna a los ruralitas.
El termino empleo verde incluye una variedad de significados que abarcan desde la prevención de las actividades ecológicamente dañinas hasta la mitigación de los efectos ambientales de la actividad económica, pasando por la modernización de las actividades nocivas para el medio, así como los procesos de innovación y desarrollo tecnológico.
Las energías renovables, con una creación potencial de 200.000 empleos al año, y la rehabilitación energética, con otro potencial cercano a los 300.000 empleos al año, son las dos actividades con mayor capacidad para la generación de empleos verdes en España. Pero, además, existen otros sectores y actividades en los que están apareciendo nuevos yacimientos emergentes de empleo verde. La movilidad sostenible, el turismo sostenible o la aludida "economía de la biodiversidad", que aglutina a las actividades de mejora del capital natural y de cuidado de los bienes y servicios de los ecosistemas en las zonas rurales, son buenos ejemplos de actividades en las que empleo y sostenibilidad se producen simultáneamente.
En fin, estamos ante la gran oportunidad de aprovechar el cambio de ciclo para abordar con valentía los cimientos para la "refundación ecológica" de la economía en clave de sostenibilidad integral.
Luis M. Jiménez Herrero
Director ejecutivo del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE). Profesor de la UCM.