Cada diez años más o menos” –advierten Hope Shand y Kathy Jo Wetter– “se nos bombardea con noticias sobre las maravillas de una nueva tecnología que promete ser la solución definitiva a todos los males de la sociedad. Una vida mejor gracias a la química. Energía tan barata que no merecerá la pena instalar contadores.
Un estudio reciente muestra que los nanotubos de carbono pueden producir en tejidos corporales de ratones daños similares a los que causan las fibras de amianto.Cultivos manipulados genéticamente para aliviar el hambre. La nanotecnología –la manipulación de la materia a escala atómica y molecular– es el último de estos milagros tecnológicos, y sus promotores vaticinan la revolución industrial más importante y más verde de la historia.” 1 En la nanoescala –entre uno y cien nanómetros2– la materia adquiere nuevas propiedades: aparecen efectos cuánticos, la termodinámica se altera, la reactividad química se modifica, la superficie gana importancia cuanto más pequeño se hace el material...
Pero eso quiere decir que nos adentramos en nuevos territorios,también en lo que a riesgos se refiere. Las propiedades de estas novedosas nanopartículas y nanoestructuras son todavía, en gran parte, desconocidas. Ahora bien, se conjetura que con algunas de estas propiedades (por ejemplo: la superficie altamente reactiva de los nanomateriales; su habilidad para atravesar membranas) podría vincularse un grado potencialmente elevado de toxicidad3. Un estudio reciente mostraba, sin ir más lejos, que los nanotubos de carbono pueden producir en tejidos corporales de ratones daños similares a los que causan las fibras de amianto4.
Razones para inquietarse
Hay razones para inquietarse, porque la investigación se centra en “tomar diferentes tipos de nanoestructuras en las que la naturaleza no ha pensado, ponerlas juntas en diversas formas, de modo que podamos hacer cosas que la naturaleza no ha hecho, y, en particular, hacer cosas que sean más robustas que los sistemas naturales”5. Y por añadidura, más allá de los riesgos sanitarios y medioambientales, se plantean complicadas cuestiones ético-políticas, como:
Hoy ya se están usando nanopartículas en una amplia variedad de productos comerciales, desde raquetas de tenis a cosméticos, ¡a partir de licencias para el material a escala macro! Según algunas fuentes más de dos millones de trabajadores, estaban expuestos laboralmente a nanopartículas en 2006. No resulta exagerado hablar, como hace la UNESCO, de una “carrera hacia la comercialización” de aplicaciones7.
Andrew Maynard, a comienzos de 2006, estimaba que de los 9.000 millones de dólares que se gastan anualmente en el mundo en I+D nanotecnológica, apenas entre 15 y 40 millones se destina a investigación sobre riesgos8. Es decir: sólo un dólar de cada 300, aproximadamente, se destina a investigar los riesgos de las nanotecnologías. Debería resultar obvio que hace falta incrementar la investigación sobre seguridad, toxicidad, riesgos ambientales, efectos sobre la salud, problemas éticos e impactos sociopolíticos de las nanotecnologías9.
Pues no estamos hablando de desarrollos tecnológicos marginales, por el contrario, se trata de una plataforma tecnológica (a veces se habla también de “tecnologías invasivas”) que puede alterar el desarrollo no sólo de uno, sino de todos los principales sectores industriales. El Centro por la Nanotecnología Responsable (Center for Responsible Nanotechnology) indicó en un informe en 2006 que el desarrollo de las nanotecnologías puede ser “comparable quizás a la Revolución Industrial, pero comprimido en unos cuantos años.”
Hoy por hoy, la sociedad no está preparada para una revolución tecnológica de semejante envergadura. “Los códigos de conducta voluntarios (como el que ha aprobado la Comisión Europea en febrero de 2008: C(2008) 424 final) no son la solución en un área tan controvertida y sensible (como es la aplicación de nanotecnología a alimentos). La falta de ambición que se esconde tras estas medidas son patentes”, ha señalado recientemente un portavoz del BEUC (Organización de Consumidores y Usuarios de la UE). Asimismo, una coalición internacional de 44 organizaciones sindicales, ambientales y de salud y normativas públicas –incluidas la UITA, CSI, EEUU, la AFL-CIO, BCTGM y United Steelworkers– ha lanzado un importante llamamiento en pro de una regulación amplia y enérgica en todos los niveles de la nanotecnología y sus productos10.
La experiencia del pasado –con las oleadas de innovación química, nuclear, microelectrónica y biotecnológica– indica que el momento para tratar de encauzar el desarrollo de la nanotecnología –apoyado en un amplio debate social y el desarrollo de normativa específica basada en el principio de precaución– es ahora. Y “ahora” quiere decir: antes de dar el salto desde los laboratorios a la producción masiva.
ISTAS y la Fundación General de la UCM (con el apoyo de SGS y la Fundación Sindical de Estudios) organizó el curso “Nanotecnologías: sociedad, salud y medio ambiente”, Facultad de CC. Químicas de la UCM, del 3 al 5 de marzo de 2008. Las ponencias del mismo pueden consultarse en: http://www.istas.net/web/index.asp?idpagina=3324&Origen_Menu=cab_istas
Jorge Riechmann
Investigador de ISTAS/ CCOO
Vicepresidente de Científicos por el Medio Ambiente
Profesor titular de la Univ. de Barcelona.
jriechmann@istas.ccoo.es