El empleo de cereales como materia prima para la producción de bioetanol y de aceites vegetales para la producción del biodiésel ha disparado las alarmas de los sectores que utilizan este tipo de materias primas para producir alimentos y piensos para el ganado. Aunque la incidencia actual de los biocarburantes en el mercado de los cereales y de los aceites vegetales es baja, el temor a un posible incremento en un futuro hace que se intente abortar su desarrollo incipiente, con argumentos catastrofistas, generalmente poco rigurosos
Los precios de los cereales, que debido a la existencia de un mercado internacional barato y abundante, llevaban cerca de 20 años inmovilizados, han experimentado una fuerte subida como consecuencia del considerable aumento de la demanda experimentada en los últimos tiempos principalmente por parte de China, India y Paquistán. También ha influido en la subida la disminución de las exportaciones de maíz de Estados Unidos y las malas cosechas habidas en los últimos años en los países del este europeo, tradicional granero de Europa.
En relación al aceite de palma, cuya producción en el sudeste de Asia se ha incrementado en los últimos años hasta los diez millones de toneladas anuales, su principal destino ha sido la fabricación de piensos para sustituir la grasa animal proveniente de las harinas cárnicas, cuyo empleo actual está prohibido a raíz de la enfermedad de las “vacas locas”. Su consumo para la fabricación de biodiésel ha supuesto tan solo el 0,3 % de dicha producción anual.
Un sector del ecologismo cuestiona los biocarburantes desde el punto de vista de su producción sostenible, normalmente basándose en datos basados en producciones realizadas con materias primas alimentarias. Por otro lado, en las opiniones que se exponen sobre los peligros que conllevaría el desarrollo de los cultivos energéticos se suele identificar la agricultura intensiva con la utilización masiva e incontrolada de los medios de producción (abonos, plaguicidas, maquinaria, destrucción de suelo etc…), con un desconocimiento generalizado de la agronomía actual e ignorando la normativa legal que va introduciendo en la agricultura productiva criterios de sostenibilidad y códigos de “buenas prácticas agrarias” encaminados a lograr un respeto integral al medio ambiente. No existe ninguna razón lógica para pensar que los cultivos energéticos van a producir un mayor impacto ambiental que los alimentarios.
Es de prever que el futuro de la producción de biocarburantes esté basado en cultivos específicos seleccionados para dicha finalidad por su capacidad de desarrollarse en tierras no utilizadas para la producción de alimentos y con bajos inputs para lograr un balance energético, medioambiental y económico lo mas positivo posible. Ejemplos de estos cultivos podrían ser las chumberas (Opuntia sp) y el tabaco arbóreo (Nicotiana glauca) para ocupar grandes extensiones de las zonas áridas cálidas, y otros cultivos como el cardo (Cynara cardunculus) o la pataca (Helianthus tuberosus) capaces de crecer en tierras de secano o regadío no utilizadas para la producción de alimentos. Una gran esperanza para el desarrollo masivo de los biocarburantes en un futuro está puesta en los de “segunda generación”, que utilizarán la biomasa lignocelulósica como materia prima.
Jesús Fernández
Catedrático de la UPM