No todo aprovechamiento de la energía renovable resulta sostenible

La idea de sustituir la gasolina y el gasóleo que mueven los motores de nuestros vehículos por carburantes elaborados a partir de biomasa sólo sería una buena idea con muchos menos vehículos de motor en el planeta, y mucho menor uso de los mismos. Es decir, con otro modelo de transporte, uno que evitase poner la sociedad entera al servicio del automóvil privado –ese fetiche supremo para las sociedades productivistas / consumistas que hoy padecemos– y que en lugar de ello lograse un nivel suficiente de movilidad a base de transporte colectivo, transporte sobre raíles y bicicletas. Suficiente es una palabra clave, pues el problema de fondo es el sobreconsumo energético, de ahí la importancia decisiva de las políticas de suficiencia, de autocontención y de gestión de la demanda (ahorro y conservación de la energía)

 

En 2003, el biólogo Jeffrey Dukes (Universidad de Utah, EEUU) calculó que los combustibles fósiles que quemamos en un año se formaron en tiempos prehistóricos a partir de materia orgánica “que contenía 44x10 elevado a 18 gramos de carbono, lo cual es más de 400 veces la productividad primaria neta de la biota actual del planeta”. En el muy ineficiente proceso de convertir biomasa prehistórica en petróleo o gas natural, para llegar a un galón de gasolina (que procede de 4’87 kilogramos de petróleo) fueron necesarias nada menos que 98 toneladas de biomasa prehistórica1. Para decirlo claramente, eso significa que cada año utilizamos el equivalente a cuatro siglos de plantas prehistóricas (incluyendo el fitoplancton). O que cada día usamos el equivalente en combustibles fósiles de toda la nueva materia vegetal que tarda más de un año en crecer sobre la tierra y en los océanos. Sólo este calculo evidencia que la idea de que podemos simplemente reemplazar la herencia fósil –y la extraordinaria densidad energética que nos da– por energía de la biomasa, constituye un enorme autoengaño. Desde el Sur, el entusiasmo de ciertos círculos gubernamentales y empresariales por los agrocombustibles se ve con inquietud. La investigadora mexicana Silvia Ribeiro (del grupo ETC) escribe:

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“Los agrocombustibles no serán capaces, en ninguno de los escenarios, de sustituir el uso de combustibles basados en petróleo (la estimación es una tímida diversificación de 5-8 por ciento del total de combustibles fósiles, que solamente aportará ganancias extraordinarias a las mismas trasnacionales que controlan la civilización petrolera), pero definitivamente, lo que sí aportan es una nueva recolonización del tercer mundo, en ocupación de tierras y mano de obra barata o semiesclava, condimentada con un amplio espectro de nuevos y poderosos riesgos ambientales.”2

El uso de “bioenergía” no es sostenible per se: basta con caer en la cuenta de que los combustibles fósiles –cuyo uso, desde hace decenios, es manifiestamente insostenible–, al fin y al cabo, también constituyen una forma de bioenergía (biomasa fosilizada, precisamente). La biomasa es un recurso natural renovable, pero abusar del mismo lo transforma en no renovable. El problema, sobre todo, es de escala: ciclos productivos sostenibles a escala pequeña y local pueden convertirse en insostenibles a gran escala, y en un mundo globalizado.

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1 Véase Dukes, Jeffrey S., 2003: “Burning buried sunshine: human consumption of ancient solar energy”, Climatic Change 61 (1-2), p. 31-44. Un resumen del mismo en http://web.utah.edu/unews/releases/03/oct/gas.htm. Otro cálculo del mismo artículo de Dukes: es cierto que podemos aprovechar con mayor eficiencia la biomasa de plantas actuales, ya sea quemándolas, ya transformándolas en agrocombustibles. Aun así, el consumo anual de combustibles fósiles –siempre con datos de 1997– equivale al 22% de todas las plantas terrestres (lo cual supone un incremento de más del 50% respecto a la cantidad de plantas que ahora arrancamos o eliminamos cada año).

2 Silvia Ribeiro, “Más allá de la segunda generación de agrocombustibles”, La Jornada, 19 de enero de 2008. Puede consultarse en
http://www.jornada.unam.mx/2008/01/19/index.php?section=opinion&article=021a1eco

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Jorge Riechmann
jriechmann@istas.ccoo.es

 

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