El debate nuclear. Joaquín Nieto. Secretario confederal de Medio Ambiente de CCOO

¿Qué modelo energético queremos?.

En los últimos meses, diversos analistas, políticos y medios de comunicación, tanto en el ámbito europeo como en España, están lanzando la idea de la necesidad de reabrir el debate sobre la conveniencia de reactivar la opción nuclear. La dependencia energética de nuestros países respecto de recursos, fundamentalmente petróleo y gas, obtenidos en zonas geográficas muy inestables, la notable subida de los precios del petróleo y la necesidad de utilizar fuentes energéticas que no emitan gases de invernadero que alteran el sistema climático son los argumentos más comunes de quienes sugieren este replanteamiento.La prolongación de la vida útil de las centrales más allá de los años para los que habían sido diseñadas incrementa las posibilidades de escape o accidente peligrosamente. Para atender la previsión de demanda eléctrica en 2030 habría que construir una central cada dos días en los próximos 25 años.

Hay 434 reactores nucleares en el mundo que producen un 6% de la energía primaria y un 16% de la electricidad total. España ocupa el undécimo lugar con sus nueve reactores en siete emplazamientos y una potencia instalada de 7.876 MW. En abril de este mismo año se cierra la central de Zorita (Guadalajara), que tiene una potencia de 160 MW y que habrá que descontar a estas cifras. Aunque la potencia nuclear instalada supone un 10,9% del total nacional, la producción bruta de energía eléctrica de origen nuclear es del 22,7% en 2004. Este porcentaje, obviamente, puede variar ligeramente de un año a otro.

La energía nuclear también es dependiente

Quienes tratan de abrir el mencionado debate destacan mucho las supuestas ventajas de la opción nuclear y señalan poco sus inconvenientes. Se suele argumentar que otras fuentes energéticas (petróleo, gas) generan una preocupante dependencia energética, mientras la opción nuclear es autóctona. Dejando a un lado que la tecnología nuclear que utilizamos es fundamentalmente norteamericana, alemana o francesa, hay que tener en cuenta que desde hace tiempo no contamos con minería de uranio y que de los cuatro ciclos o etapas del combustible nuclear –la minería y fabricación de concentrados de uranio, la conversión de este a hexafluoruro de uranio, su enriquecimiento y la fabricación de combustible nuclear– sólo se realiza aquí (por la empresa pública ENUSA) la última etapa, por lo que no puede decirse que no dependamos de otros países en materia nuclear. Por no hablar del reprocesamiento en el extranjero del combustible gastado de las centrales.

La energía nuclear sigue siendo insegura

Se afirma, también, que uno de los aspectos más problemáticos, el de la seguridad, ha mejorado mucho, al menos en los países occidentales. Sin embargo, aunque se haya reforzado la tecnología y las garantías de seguridad en las instalaciones hay tres aspectos que preocupan, con razón. Primero, que la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares más allá de los años para los que habían sido diseñadas incrementa peligrosamente las posibilidades de escape o accidente. Segundo, que el nuevo régimen de liberalización para las eléctricas en el que los costes de seguridad no están ya reconocidos como antes, sino que recaen sobre las compañías propietarias, relaje las inversiones en los sistemas de control y seguridad. Y tercero, que la expansión de las acciones terroristas alcance los emplazamientos de producción nuclear o de almacenamiento de los residuos.

Ciertamente, la probabilidad teórica de un accidente grave en una instalación nuclear puede ser muy pequeña, pero también es cierto que si ocurre sus efectos pueden ser devastadores para la salud humana y para las condiciones de productividad de una amplísima área geográfica.

Después de 20 años, Ucrania sigue resintiéndose de los efectos del accidente de Chernóbil. Hoy sabemos que si el incendio que inutilizó la central de Vandellós I en 1989 hubiera llegado al edificio del reactor, los daños habrían sido terribles y todo el noreste de la península hubiera retrocedido varios lustros en su desarrollo económico y social.

El problema de los residuos nucleares sigue sin resolverse

Como se sabe, uno de los problemas principales de la energía nuclear es el de los residuos de las centrales, que están clasificados en residuos de baja, de media y de alta actividad. Estos últimos tienen una vida de decenas de miles de años y en los 60 años de investigación tecnológica nuclear no se ha logrado poner a punto ningún método para reducir o limitar su peligrosidad. La única opción es su almacenamiento confinado, sea temporal o definitivo, en depósitos subterráneos o en superficie. El periodo de gestión es tan impresionantemente largo, en coste económico y en garantía de seguridad, que sólo cabe calificarlo como de irresponsabilidad civilizatoria.

La energía nuclear no es viable económicamente

Considerando los riesgos enunciados anteriormente, no resulta sensato impulsar una opción nuclear, pero existen además elementos de carácter económico que hay que analizar. A pesar de lo que se lee y escucha en algunos medios de comunicación de que el kw nuclear es el más barato, esto no es así. Por el contrario, si se tienen en cuenta los costes de inversión, la gestión de los residuos o sus impactos ambientales el coste es muy elevado y nadacompetitivo. En el actual mercado eléctrico liberalizado “la inversión en las centrales nucleares es muy elevada, diez veces más que la correspondiente a los ciclos combinados” (E. Menéndez, 2004) y si no hay apoyos públicos, a las compañías eléctricas no les salen los números para presentar proyectos. Por eso quienes tanto hablan a favor de la energía nuclear no presentan un solo proyecto de inversión, porque no es rentable; sino que en todo caso esperan que sean el Estado y los ciudadanos quienes asuman los costes, como ha sucedido en el pasado.

La energía nuclear no es alternativa frente al cambio climático

Quienes quieren reabrir el debate nuclear defendiendo la opción nuclear como solución frente al cambio climático deberían explicar si es viable un despliegue de centrales a nivel mundial capaz de cubrir la demanda en las próximas décadas y sustituir a los combustibles fósiles, porque esa reactivación sólo tendría sentido y trascendencia si se hiciera globalmente y con una magnitud significativa. Sin embargo ese despliegue es inviable. Para atender la previsión de demanda eléctrica sustituyendo simultáneamente el uso de combustibles fósiles para el horizonte de 2030 sería necesario construir mas de 4.500 reactores, es decir, uno cada dos días en los próximos 25 años, lo que monopolizaría las inversiones energéticas con un elevado riesgo financiero, reduciría la seguridad y produciría una elevadísima cantidad de residuos nucleares muy difícil de gestionar.

La energía nuclear no es una alternativa viable. De hecho quienes han desatado la ofensiva a favor de las nucleares, que saben que no es viable, lo que pretenden en realidad es prolongar el funcionamiento de las centrales existentes el máximo de tiempo, muy por encima del periodo de actividad inicialmente previsto ya que, una vez amortizadas, sus beneficios serían muy cuantiosos, aunque su inseguridad sería también creciente.

Las reservas de uranio son limitadas

El aumento del parque nuclear agotaría el combustible en pocos años. En un escenario en el que las reservas de uranio se calculan al ritmo de consumo actual para 50 o 100 años, las necesidades de multiplicación de la producción de aquél por 15 para atender la demanda mencionada en 2030 hace inviable esta perspectiva. Hagan cuentas de ello.

Abandonar paulatinamente la energía nuclear

Comisiones Obreras ha mantenido una posición clara de abandono de la energía nuclear desde hace tiempo. En su 6º Congreso Confederal (1996) definió su política energética apostando por “sustituir de forma planificada y gradual el actual modelo energético por otro que dé prioridad al ahorro y a la eficiencia y sustituya las fuentes actuales por otras renovables y ecológicamente compatibles. La nuclear debería ser abandonada a corto plazo”. Esta es la posición oficial del sindicato.

Hay que situarse en la perspectiva del cierre paulatino y ordenado de las centrales españolas, poniendo en marcha el programa electoral del PSOE y los compromisos asumidos expresamente por el presidente del Gobierno en su investidura y en el debate sobre el estado de la nación. Un calendario de cierre pactado es necesario para garantizar que ese proceso se realiza negociando el mantenimiento de las actuales plantillas a lo largo de los prolongados períodos de desmantelamiento y elaborando anticipadamente planes para el desarrollo socioeconómico de las comarcas donde se sitúan los actuales emplazamientos.

Reducir el uso de combustibles fósiles, abandonar progresivamente la energía nuclear y satisfacer las demandas energéticas presentes y futuras es perfectamente posible. Para ello es necesario aplicar contundentes medidas para el ahorro y la eficiencia energéticas en todos los sectores: el industrial, los servicios y el transporte, y dirigir los apoyos para la investigación y para la inversión hacia la utilización de fuentes renovables, que tienen, además, un enorme potencial de creación de tejido industrial autóctono y de empleo. Un escenario así es económica y tecnológicamente viable.

Dicho esto, el debate sobre el futuro energético no sólo es deseable, sino que es muy necesario. Y en este debate, como en todos los debates libres caben todos los interrogantes y toda apertura de miras, sin prejuicio alguno claro está. Sin prejuicios pero con datos sobre costes y sobre riesgos. Para construir desde el presente un futuro energético económica y ambientalmente sostenible.

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