Si –como diagnosticó hace más de tres decenios Barry Commoner—nuestra tecnosfera está mal diseñada (y en particular lo están en general nuestros sistemas industriales), y por eso se halla “en guerra” contra la biosfera, precisamos importantes operaciones de “rediseño” o reconstrucción de manera que estos sistemas encajen más armoniosamente con los sistemas naturales. Dentro de las propuestas de “rediseño”, la química verde o química sostenible, desde su inicio en EE.UU. y la UE a comienzos de los años noventa hasta la actual eclosión de proyectos e iniciativas, es una de las más importantes y esperanzadoras. Desde hace tiempo, una de las mayores preocupaciones de CCOO (y en particular de su Secretaría Confederal de Medio Ambiente y Salud Laboral, así como de ISTAS) han sido los problemas de riesgo tóxico e impacto ambiental que determinadas actividades de la industria química entrañan. No basta con que el ingeniero químico se haga la pregunta: ¿servirá esta molécula para cumplir su cometido (matar al insecto, eliminar la “mala hierba”, contrarrestar los presíntomas de la enfermedad, recubrir la superficie, dar consistencia a la estructura, etc.)? Sino que hay otra pregunta tan importante como la primera: ¿qué sustancias químicas son compatibles con la química de la vida? (bioquímica de organismos y ecosistemas). Cuando se da a esta segunda pregunta la importancia que merece, entramos en el ámbito de la química verde. La química verde diseña procesos y productos químicos que eliminan (o reducen al máximo) el uso o la generación de sustancias peligrosas al incorporar ya en la fase inicial de diseño la previsión de los riesgos que pueden surgir después, cuando el compuesto químico marcha a vivir su vida dentro de ecosistemas, sociosistemas, mercados y organismos vivos. Hay que valorar especialmente el potencial de la química verde para garantizar la seguridad en el trabajo, y un entorno laboral menos peligroso para la salud de los trabajadores y trabajadoras. Pero no menos importante es la “destoxificación” y “desmaterialización” de los procesos y productos químicos que se impulsaría, con efectos altamente benéficos para el medio ambiente y para la sociedad, fuera de los muros de la fábrica. Desarrollar esta rama de la química, con el valor añadido que supone su carácter innovador y sostenible, permitirá además asegurar mercados y por tanto mantener el empleo del sector. Para saber más: Jorge Riechmann
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