La química verde, o sostenible según se prefiera, da sus primeros pasos entre el entusiasmo de unos y el escepticismo de otros. Lo bueno que tiene a su favor es que nadie formula un cuestionamiento de fondo. A ello ayuda el hecho de que sus impulsores, como es el caso de Ken Geiser, la conciben con una definición tan irrebatible como la siguiente: la química verde trata de química; química en el nivel molecular; trata del desarrollo de materiales y procesos respetuosos con el medio ambiente y de la manipulación de propiedades físicas y químicas de las sustancias, con el fin de reducir o eliminar sus características peligrosas. Ni los más beligerantemente industrialistas pueden ponerse en contra.
De acuerdo con la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, la sostenibilidad de la industria se define como la innovación, la mejora y el uso continuo de tecnologías limpias que reduzcan los niveles de contaminación y el consumo de recursos. En términos prácticos, la sostenibilidad de la industria quiere decir utilizar tecnologías y know-how para usar menos recursos materiales y energía, maximizar las materias primas renovables, minimizar la generación de contaminantes o residuos peligrosos durante la fabricación y el uso del producto, y fabricar productos reciclables o biodegradables. Todo ello no sería posible si detrás no hubiese una serie de incentivos de promoción como son los beneficios fiscales o responder a las preocupaciones de la sociedad.
En septiembre de 2002, cinco químicos españoles, los doctores Ramón Mestres, Avelino Corma, Félix Sánchez, Carles Estévez y José Antonio Mayoral coinciden en Oxford con motivo de la celebración de una Gordon Conference sobre Green Chemistry. Todos ellos se han interesado en la química sostenible desde aproximaciones diversas, y todos ellos son conscientes de los esfuerzos que en Estados Unidos, Japón y algunos países europeos se están llevando a cabo en la dirección de promover la investigación, la formación y el desarrollo de la química sostenible a todos los niveles. La consecuencia de dicho encuentro es la constatación de que nuestro país no se puede permitir el lujo de quedar atrás en lo que estas personas consideran como una apuesta estratégica de futuro, por lo que se decide tratar de constituir una red que aglutine a aquellos que, de un modo u otro, se encuentren interesados en la química sostenible.
Desde principios de los noventa, la química verde, también llamada química sostenible, está siendo adoptada por numerosas industrias e instituciones académicas y gubernamentales en Estados Unidos, Europa, Japón, China, Canadá, Iberoamérica y los países del Pacífico. Recientemente, y desde el seno de organizaciones multinacionales - como la UNIDO (Organización para el Desarrollo Industrial de las Naciones Unidas, la IUPAC (Unión Internacional de Química Pura y Aplicada), la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico)- han surgido iniciativas para el desarrollo de programas de investigación, educación, y divulgación de la química verde. Un amplio reconocimiento que se debe al hecho de que esta innovadora disciplina proporciona la base científica y tecnológica para alcanzar muchos de los objetivos de una sociedad basada en el desarrollo sostenible.
El Premio Nobel 2005 de Química galardona a tres investigadores (Y. Chauvin, R. Grubbs y R. Schrock) que contribuyeron a desarrollar un método de síntesis de nuevas moléculas basada en la metátesis (ruptura de las uniones entre átomos de carbono y la creación de otras nuevas con la ayuda de moléculas catalizadoras especializadas). Según los investigadores, este tipo de reacción es "como un baile en el que los bailarines cambian de pareja". Así, la metátesis se usa a diario en la industria química para desarrollar fármacos o materiales plásticos avanzados. Las aportaciones de estos investigadores permitieron crear métodos más eficientes y simples --ahora son necesarios menos pasos y menos recursos-- y menos contaminantes. Esto es la química verde.
Si –como diagnosticó hace más de tres decenios Barry Commoner—nuestra tecnosfera está mal diseñada (y en particular lo están en general nuestros sistemas industriales), y por eso se halla “en guerra” contra la biosfera, precisamos importantes operaciones de “rediseño” o reconstrucción de manera que estos sistemas encajen más armoniosamente con los sistemas naturales. Dentro de las propuestas de “rediseño”, la química verde o química sostenible, desde su inicio en EE.UU. y la UE a comienzos de los años noventa hasta la actual eclosión de proyectos e iniciativas, es una de las más importantes y esperanzadoras.
España es uno de los países que más biodiversidad aporta a la Unión Europea, pero también es uno lugares donde las especies, los hábitats y los ecosistemas están más amenazados. De hecho, le región mediterránea es uno de los 25 “hotspots” (puntos calientes) de la biodiversidad que existen en el mundo. Cuatro expertos nos desvelan cuáles son las principales amenazas a la biodiversidad en España y también sus posibles soluciones.
La necesidad de prevenir y controlar los cancerígenos y mutágenos laborales es evidente. Surge, en primer lugar, de los elevados datos de exposición disponibles; en segundo lugar, del importante daño para la salud que se produce y, en tercer lugar, de la propia definición de un cancerígeno definido como profesional, ligado pues al trabajo y por lo tanto evitable.
Enric Tello. Libros del Viejo Topo, Barcelona 2005.
Jorge Riechmann. Los libros de la Catarata, Madrid, 2004, 380 págs.
Jorge Riechmann (coord.), AA.VV. Editorial Nordan-Comunidad, Montevideo, 2004, 247 págs.
Varias autoras, coordinado por María Luisa Cavana, Alicia H. Puleo y Cristina Segura Graíño. Asociación Cultural Al-Mudayna. Colección Laya, nº 25 Madrid, 2004.
Los parques nacionales son un referente de conservación de la naturaleza. Reconocer este papel y analizar su futuro, después de las dos sentencias dictadas por el Tribunal Constitucional, en las que se otorga la gestión de los mismos a las comunidades autónomas, fueron algunos de los objetivos del curso “Parques Nacionales en la Encrucijada”, celebrado en El Escorial el pasado julio y que reunió a expertos de distintos ámbitos.
En 2003, el 96% de los incendios forestales se debió a la acción humana. De ellos, la mitad fueron intencionados y sólo un 1% acabó con alguna detención. Los incendios por causa desconocida constituyeron el 19,15%. Estos son algunos de los datos recogidos en el informe “Incendios Forestales 2005, prevención y extinción, medios y recursos disponibles”, elaborado por ISTAS y CCOO y presentado el pasado junio.