“El Ecologismo de los pobres”

Joan Martínez Alier. Icaria. Barcelona, 2004. 363 páginas

La proliferación de discursos sobre la sustentabilidad obliga a un esfuerzo analítico para delimitar el significado y el alcance de cada una de las posiciones políticas y teóricas que configuran este campo semántico. Teniendo en cuenta la progresiva erosión del discurso neoliberal podemos prever el advenimiento de una nueva legitimidad“sustentable” a la que será difícil no asentir acríticamente si no se establecen clara y públicamente las diferentes concepciones que encierra esta noción.

La noción de sustentabilidad que defiende Martínez Alieren “El ecologismo de los pobres” es -además de menos conocida y menos cómoda para el poder- más coherente que sus exitosas competidoras: “el culto de la vida silvestre” y “el credo de la ecoeficiencia”. Más allá de una recuperación de los mitos dela naturaleza salvaje en los que el individuo se enfrenta de una manera transparente a un entorno no domesticado en el que encuentra su verdadero lugar en el mundo y del discurso tecnocrático de la promoción del cambio tecnológico para un aprovechamiento eficiente y respetuoso con la acumulación de capital de los recursos naturales, surge una tercera posición: que “… nace de una demanda de justicia social contemporánea entre humanos”.

El primer paso hacia la delimitación de la noción de “ecologismo de los pobres” es un repaso de las herramientas teóricas que la economía ecológica ha producido hasta hoy para medir las relaciones entre los sistemas históricos y los sistemas naturales. Tal y como se nos muestran, indicadores como “huella ecológica”, “apropiación humana de la producción primaria neta”, “coste energético de conseguir energía” o los distintos “requerimientos de materiales”, configuran un marco conceptual en el que los conflictos ecológicos, que estudia la ecología política, se entienden como luchas que ponen en juego distintas concepciones de las relaciones con el entorno en tanto que relaciones históricas.

Esta dimensión integrada del conflicto ambiental es inmediatamente visible en los países pobres y, sin embargo, requiere un esfuerzo de reconstrucción en los países ricos. Si nos atenemos a la forma de los innumerables conflictos socio ambientales del tercer mundo que documenta Martínez Alier encontramos, como rasgo común, la lucha en torno a la propiedad de la tierra en la que la resistencia contra la expropiación puede ser simultáneamente una lucha contra la pobreza y una lucha por la conservación del medio físico.

Isidro López

 

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