Aparte de glóbulos blancos y rojos, la sangre de los españoles contiene productos tóxicos, altamente perjudiciales para la salud. Lo ha demostrado la organización ecologista WWF/Adena que, simbólicamente, ha analizado la sangre de siete ciudadanos españoles, entre los que se encuentran la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, y la directora de Medio Ambiente de ISTAS-CCOO, Estefanía Blount La toma de muestras de sangre se realizó en junio de 2004 y en el análisis se investigó la presencia de 103 sustancias pertenecientes a siete familias químicas: plaguicidas organoclorados, DDT incluido; antibacterianos; PCB; retardantes de llama bromados; ftalatos; almizcles sintéticos y compuestos perfluorados (PFOS). Son compuestos que se emplean habitualmente en la producción textil, el envasado o los revestimentos antiadherentes del menaje doméstico, junto a los que cabe señalar también otros presentes en las latas de alimentos, las botellas de plástico e, incluso, en las carcasas de los ordenadores. Estos compuestos tóxicos son persistentes y pueden provocar enfermedades como el cáncer, dañar el sistema inmune, ocasionar problemas de conducta, alteraciones hormonales o incluso feminización. Según Nicolás Olea, catedrático de Medicina Interna de la Universidad de Granada, “los efectos de las sustancias de forma individual son conocidos, pero existe una laguna científica sobre los efectos de la unión de varias sustancias tóxicas en el organismo”. 103 sustancias analizadas El resultado de los análisis se dio a conocer el pasado 26 de octubre, y mostraron que el mayor número de tóxicos detectados en un solo individuo es de 43, mientras que la media del número de tóxicos por personas es de 35. Como mínimo, los analizados portaban 22 sustancias dañinas. Entre los analizados, se encontraban la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, así como otros miembros de su equipo, junto al secretario general de WWF/Adena, Juan Carlos del Olmo, y la directora de Medio Ambiente de la Fundación ISTAS – CCOO, Estefanía Blount. La sangre de Estefanía Blount fue una de las menos contaminadas. Le encontraron 24 sustancias tóxicas de las 103 analizadas. ¿La razón? Quizás se deba a su alimentación, es vegetariana y consume productos ecológicos, y a su edad. “Yo sé que parte de los contaminantes vienen de mi madre porque se transmiten por la leche materna. Aparte de eso, la vía más importante de exposición a estos compuestos es la alimentación. Las sustancias bioacumulables se concentran en los tejidos grasos y, nosotros, que estamos a la cabeza de la cadena trófica, al final nos convertimos en un reservorio”, señala Blount. Más información: Javier Morales
Los resultados del análisis son un aval para conseguir un reglamento REACH (siglas en inglés de Registro, Evaluación y Autorización de Sustancias Químicas) -que en la actualidad se está discutiendo en la UE- más exigente. REACH es un reglamento europeo que establece un nuevo marco normativo que afecta a la salud laboral, al medio ambiente y la salud pública. Parte de la base de que no hay información suficiente sobre las 100.000 sustancias químicas que se comercializan actualmente en Europa: no se conoce el riesgo químico que implican. REACH establece plazos de tres, seis y once años, según sustancias, para que la industria química suministre esa información. Además, obliga a la industria a demostrar que las sustancias que comercializa son seguras, y promueve la sustitución de las más peligrosas. Esto es un cambio muy importante porque ahora son los Gobiernos los que deben demostrar que no hay riesgo.
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