Hasta el 3 de octubre de 2004 se habían producido cerca de 20.000 incendios forestales en todo el Estado, una cifra que coincide con la media de los últimos diez años. A pesar del evidente incremento del gasto en medios de extinción y en personal especializado, la situación sigue siendo la misma: la mayoría de los incendios están provocados, muchos de ellos son de grandes proporciones y vienen acompañados de pérdidas de vidas humanas (61 en los últimos 14 años). Las causas por las que los incendios siguen siendo un mal que no cesa son heterogéneas. El esfuerzo inversor se ha centrado en los medios de extinción y muy poco en la silvicultura preventiva. Continúa el abandono de los bosques, lo que produce la densificación de los mismos y la proliferación de matorral y de restos muertos, lo que genera las condiciones para la intensificación y extensión de los incendios. Como consecuencia de las alteraciones climáticas, la temperatura media de España en la última década ha sido superior a las pasadas. Esto produce un descenso de la humedad, situación que, aunque no es causante directa de los incendios, condiciona notablemente su desarrollo y extensión. A pesar de algunas medidas administrativas adoptadas, no se aprecia que se atajen suficientemente las causas que originan la mayoría de los incendios forestales: las quemas agrícolas, la quema de montes para pastos, el control de los pirómanos, la caza, etc. En lo que se refiere a la extinción, apreciamos en muchos casos una notable descoordinación entre los colectivos y administraciones que intervienen en la extinción del fuego. Prevención La prevención es la pieza clave para evitar los incendios. En este sentido, la repoblación debería hacerse predominantemente con especies autóctonas más resistentes al fuego, de manera más diversificada y con espacios y zonas que favorezcan el efecto barrera contra los incendios. Para la prevención es fundamental el mantenimiento y limpieza de los bosques. Los tratamientos selvícolas deben permitir controlar el matorral y el exceso de restos de vegetación muerta. Ligado al desarrollo de estos tratamientos, es necesario aplicar planes específicos para la utilización energética de la biomasa forestal residual. Se debe fomentar la recuperación de las actividades tradicionales de aprovechamiento de leñas, pastos, setas, ganadería extensiva que vinculan a las comunidades rurales con el monte, y se deben incorporar de manera más profunda los criterios del desarrollo sostenible en el ámbito rural, de forma que se considere la biodiversidad como un valor social y de desarrollo. Extinción Algunas de las medidas para facilitar el ataque y establecer barreras ante el fuego, como son la apertura de grandes pistas, se han mostrado ineficaces. Es preferible una estrategia basada en una vigilancia permanente de los ecosistemas forestales y en la intervención inmediata de las brigadas de extinción. La privatización de los servicios en algunas comunidades autónomas está mermando la eficacia y calidad de los servicios de detección y extinción de los incendios. Por otro lado, de cara a una extinción eficaz, es muy importante la estabilidad en el empleo y la formación específica de profesionales, tanto generalistas como especialistas en extinción de incendios forestales. Persecución de los infractores Es preciso incrementar los recursos y la coordinación en la investigación de la causalidad de los incendios forestales. También es necesario incrementar los medios para perseguir a los autores de incendios intencionados y negligentes. No puede quedar impune un porcentaje tan alto de delitos. La regulación existente en el Código Penal es razonablemente adecuada. Sabemos que no es fácil la identificación de los autores, pero es preciso tomar medidas: Más información: Javier Morales
Para asegurar la eficacia de la prohibición del cambio de uso forestal de los terrenos afectados por los incendios, se debería determinar con carácter básico en la propia Ley de Montes los plazos y procedimientos para hacer efectiva dicha prohibición.
Jmorales@ccoo.esCOMENTARIOS