“Sindicatos y ONGs, movimientos y organizaciones, intelectuales y artistas, construimos juntos una gran alianza para crear una nueva sociedad, distinta a la lógica actual que coloca al mercado y al dinero como la única medida de valor. Porto Alegre representa la lucha y la esperanza de un nuevo mundo posible, donde el ser humano y la naturaleza son el centro de nuestras preocupaciones...”.
Llamado de Porto Alegre El Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre (Brasil) no fue un encuentro deliberativo que concluyera en un documento final. Lo que se pretendía (y se consiguió) es que fuera el inicio de reflexión conjunta, a nivel mundial, en torno a cuatro temas centrales en el pensamiento de la izquierda: la producción de riquezas y la reproducción social, el acceso a las riquezas y la sustentabilidad ambiental, la afirmación de la sociedad civil y de los espacios públicos, el poder político y la ética en la nueva sociedad. 12.000 participantes, 16 mesas centrales y 400 talleres fueron el marco de debate y de encuentro en los que se puso de manifiesto que es posible un mundo diferente, una “globalización alternativa” centrada en un desarrollo democrático y sostenible, en la solidaridad de la ciudadanía, una práctica ecológica que no destruya el planeta y una sociedad que sólo acepte el comercio libre en cuanto comercio justo. Este fue el gran mérito de Porto Alegre: poner sobre la mesa alternativas realistas, tanto técnicas como políticas, para avanzar hacia un mundo socialmente más justo y ambientalmente más sostenible: la condonación de la deuda externa, la tasa Tobin sobre las transacciones financieras, la democratización del FMI y el BM, la aceptación de parámetros de calidad mínima de trabajo o la aplicación del Convenio de la biodiversidad y de los acuerdos sobre el efecto invernadero. DISTRIBUCIÓN DE RIQUEZAS Es de sentido común: el crecimiento económico está limitado por los recursos naturales que no pueden ser utilizados de forma exhausta, a riesgo de hacer inviable la supervivencia del planeta. Y la receta básica es mantener la economía humana en una escala sostenible y distribuir equitativamente los recursos disponibles. Una idea que choca con el mito del crecimiento desenfrenado como un bien. Mito que se derrumbó en cuanto se expuso que nunca se ha crecido tanto como en los últimos años y nunca ha habido tanta desigualdad. Algo que no puede verse cuando se mide el desarrollo económico sólo por el resultado del producto interno bruto, en que todo se suma y nada se resta. De esta manera, la caída de un avión representa crecimiento, en lugar de pérdidas, ya que se pagan seguros y se compra una nueva aeronave. Es así como tampoco se descuenta del producto la destrucción del ambiente, el «capital natural». Porto Alegre denunció el contrasentido de calificar como desarrollo la destrucción del capital natural, y la necesidad de cambiar los paradigmas del desarrollo económico. CIENCIA O TECNOLOGÍA Uno de estos paradigmas es el que identifica ciencia con tecnología y que quiere hacernos creer que la ciencia nada tiene que ver con la ética, la moral o la religión. Porto Alegre denunció esta doble falsedad, argumentando que mientras la ciencia se basa en una decisión ética (en la que por principio no habría lugar para la mentira), la tecnología, la política de la técnica, está llena de trampas, al no atender tanto a las necesidades humanas como a intereses económicos. Es el caso de los bienes de «obsolescencia planificada», las modificaciones genéticas o la «revolución verde» fomentada con promesas de alimentos para todos y con el resultado de aumento del hambre y más desigualdad social. El control social sobre la tecnociencia ha de ser una de las prioridades de futuro. TRANSGÉNICOS En esta línea, los alimentos transgénicos fueron ampliamente debatidos y rechazados por los participantes como un factor perjudicial para la agricultura, la salud humana y, sobretodo, el medio ambiente. Incluso frente al argumento de que si los agricultores plantan semillas modificadas conseguirán mejores cifras, Porto Alegre rechazó la necesidad de aumentar la producción de alimentos en el mundo, al entender que el problema del hambre hoy es la distribución y el acceso a la comida. Quizá la mejor aportación del Foro Social Mundial fue la de hacer posible pensar en un mundo en el que la ciencia esté al servicio del bienestar del ser humano y del planeta, y hacer posible imaginar un mercado organizado en torno a las necesidades reales de las personas. Más información:ÁREAS TEMÁTICAS
ARTÍCULOS RELACIONADOS
COMENTARIOS