El modelo turístico de Baleares, basado en el turismo de masas, de sol y playa, está tocando techo a pesar del imparable crecimiento de la oferta. En estos momentos se está viviendo de nuevo una euforia en el sector servicios y en la construcción, en consonancia con la bonanza económica. El PIB del sector servicios supone el 81’2% del total y sigue creciendo.
En principio este diagnóstico no debería de ser negativo si no entrara en grave contradicción con la sostenibilidad de los recursos naturales. El modelo turístico de Baleares se ha caracterizado por arrasar terreno y por cubrir de cemento el medio natural; es la tristemente famosa “balearización” del territorio, término que define la sistemática destrucción del entorno natural, del paisaje que en definitiva constituye la materia prima que ofertamos. Desde mediados de los noventa asistimos al que se ha venido en llamar el “tercer boom turístico”, que territorialmente se traduce en la urbanización del suelo rústico, del interior, una vez colapsado el litoral.
El colapso de las carreteras –Baleares registra el mayor número de coches por habitante de Europa- , el déficit de recursos hídricos –acentuado con la mayor sequía de los últimos 50 años-, el crecimiento del 8% anual en la generación de residuos y, en general, la masificación que suponen la llegada de 11 millones de turistas, están empezando a ser un verdadero problema socioeconómico. Ya no son sólo los residentes los que constatan el colapso del modelo, sino los propios turistas atraídos por unos encantos naturales y de tranquilidad (Mallorca era la famosa Isla de la Calma), que han desaparecido completamente.
Ante este panorama y ante el peligro de “morir de éxito”, algunas voces –CCOO entre ellas- hace años que vienen reclamando una moratoria urbanística efectiva y una reorientación del sector hacia un modelo turístico de mayor calidad y desestacionalizado.
Con el Pacto de Progreso surgido de las elecciones autonómicas de hace un año, se puso fin a 16 años de hegemonía del PP. También se puso fin a una clase política implicada totalmente en la urbanización del territorio. Las Directrices de Ordenación Territorial seguían apostando temerariamente por el crecimiento ilimitado.
El nuevo gobierno ha rescatado una aspiración del movimiento ecologista y ha presentado el proyecto de ley sobre la “ecotasa” o, más correctamente, el nuevo impuesto turístico para intentar corregir y minimizar las externalidades negativas que el modelo turístico genera. Este impuesto turístico sería aplicable a cualquier turista –español o extranjero- y supondría aproximadamente un Euro por noche de estancia en hotel o apartamento turístico. Sólo con esta módica – y para muchos ridícula- aportación, se estima en 15.000 millones la recaudación anual. En el origen de la propuesta, esta cantidad debería destinarse a financiar la solución a los graves problemas de residuos, agua y energía que padecemos, así como a la adquisición y mejora de gestión de los espacios naturales protegidos. A medida que pasa el tiempo y que se van añadiendo adhesiones, vemos como surgen muchos pretendientes que aspiran a parte del “pastel” de la “ecotasa”.
El debate social y político que esta iniciativa ha generado y, sobretodo, su fórmula de aplicación y la finalidad del dinero recaudado, ha movilizado a los principales sectores implicados así como al movimiento social en general. Los principales detractores a este impuesto –los grandes hoteleros- son los mismos que amasaron sus grandes fortunas a costa de la “balearización” de nuestro territorio, para luego invertir -y destruir- en el Caribe o el Pacífico. Resulta paradójico que en la mayoría de estos países centro y sudamericanos se estén aplicando tasas en la entrada o salida de los aeropuertos que reportan unos ingresos no despreciables en aquellas economías y aquí se niegue este derecho al gobierno autónomo, cuando de lo que se trata es de “compartir” el coste de las externalidades negativas entre todos.
CC.OO. ha participado activamente en este debate y se ha manifestado totalmente favorable a su implantación. De hecho en el 7º Congreso Confederal de les Illes, se dedicó una parte de los documentos congresuales a analizar y debatir esta cuestión. En los textos aprobados, CC.OO. apuesta decididamente por este impuesto medioambiental: “... Por tanto, nuestra Comunidad Autónoma, con una oferta turística madura y en gran parte obsoleta, requiere un autentico cambio de modelo turístico que garantice su viabilidad futura y que sea generador de empleo de calidad y de cohesión social. Ello pasa inevitablemente por un redimensionamiento a la baja del stock de la oferta, una reconversión ecológica y medioambientalista de dicha oferta y una apuesta cierta por su desestacionalización hasta los límites que ecológicamente sea sostenible.” “... CC.OO. de Baleares se manifiesta, por tanto, favorable a la implantación de la llamada “Ecotasa” al tiempo que manifiesta que esta figura impositiva debe incluir, en sus finalidades, la financiación de los aspectos sociolaborales. Es decir, la implantación de este impuesto turístico debe servir, también, para la necesaria corrección de los desajustes sociales que una reconversión en profundidad del sector turístico provocará. De lo contrario se convertirá, directa o indirectamente, en un trasvase de dineros públicos a las rentas del capital y, por tanto, no se alcanzará el necesario consenso social que una medida de esa naturaleza, en nuestra opinión, requiere.”
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Xisco Lillo
Medio Ambiente. CC.OO. Les Illes
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