Los efectos de la «docena sucia» no están tan lejos de nosotros. Un informe realizado en 1999 sobre la reproducción del halcón común en la Comunidad de Madrid , encontró que entre las puestas de las 26 parejas de halcón que iniciaron su reproducción ese año, se detectaron huevos que contenían elevados niveles del plaguicida DDT y de su producto de degradación DDE. El estudio concluyó que las 5 partes por millón de DDE hallados justificaron plenamente el adelgazamiento en un 19% del espesor de la cáscara de los huevos, lo que provocó que no se desarrollaran.
En general, los huevos con mayor contenido en DDT/DDE se encontraron en las zonas de las vegas de los ríos (Henares, Jarama y Tajo), que son las más industrializadas pero, sobre todo, en las que se sitúan las principales extensiones de cultivos intensivos. A pesar de que el uso del DDT está prohibido desde hace décadas en el Estado español, se barajan diferentes hipótesis para explicar la presencia de este veneno en la fauna madrileña: podría estar importándose ilegalmente desde países en los que aún hay existencias (norte de África); podría estar enmascarado con otros ingredientes en algunos plaguicidas o aparecer como elemento residual a partir de la fabricación de plaguicidas, como es el caso del dicofol. Lo que sí puede explicarse es la ruta del DDT hasta el halcón: esta rapaz se alimenta fundamentalmente de palomas que comen cereales del campo, que han podido ser contaminados con este plaguicida organoclorado.
La amenaza que la utilización de compuestos persistentes y bioacumulativos representa para el halcón (especie catalogada en la Comunidad como «vulnerable») también puede servir como indicador de la contaminación que pueden acumular otros seres vivos, incluyendo los seres humanos.