La Cumbre de Bonn (V Conferencia de las Partes del Convenio del Clima) se reunió con un objetivo: desarrollar los acuerdos de Buenos Aires para la implantación de los compromisos de Kioto para reducir la emisión de gases de efecto invernadero. El resultado de la Cumbre fue preocupante.
Se confirma un estancamiento del proceso: aunque se detectó algún tímido avance en la voluntad expresada por la mayoría de los países de ratificar el Protocolo en el 2002, en Río+10 (10 años después de la Cumbre de la Tierra de Río). EE.UU. no se compromete a firmarlo y exige dos condiciones que pueden suponer un peligroso retroceso:
Estas dos “propuestas” han quedado abiertas. Tendremos que esperar a la siguiente cumbre en La Haya para dilucidar en qué medida son o no aceptadas estas condiciones. Y mientras estos debates interminables se suceden, en los países sigue sin hacerse casi nada para reducir emisiones. La inacción del Gobierno español es paradigmática. Por un lado, el Gobierno aprovecha el permiso de aumentar nuestras emisiones en un +15% para el 2010 para no hacer nada. Teniendo en cuenta que a día de hoy (10 años antes de esa fecha) España ha aumentado sus emisiones en un 23%, esta inacción es más irresponsable. Ni siquiera se ha presentado a debate una estrategia de reducciones, o un Plan de Acción sobre el Clima, tan urgentemente reclamado.
Ante esta situación, se hace ineludible la actuación en varios planos: desarrollo firme de las energías renovables y la implantación de Ecotasas, como la Directiva Monti que, por cierto, no avanza porque España la tiene bloqueada (es el único país de la UE que lo hace) impidiendo que nuestros socios comunitarios la usen como instrumento económico para combatir el Cambio Climático.
Resulta cuando menos paradójico que aquellos países que piden menos regulación y mayor flexibilidad de mercado son los mismos que se oponen en firme a las propuestas de mercado que se le hacen.