El envenenamiento de Rincón-í En noviembre y diciembre de 1998, la empresa estadounidense Delta Pine –que controla el mercado mundial del algodón, ha desarrollado la tristemente célebre tecnología Terminator para crear cultivos transgénicos con semillas estériles, y está siendo absorbida por la gigantesca transnacional agroquímica Monsanto— se deshizo de varios miles de kilos de residuos tóxicos y biopeligrosos por el expeditivo procedimiento de tirarlos en un pueblecito de Paraguay, Rincón-í. Es uno de los casos más sangrantes que conocemos de exportación de daños ambientales y sanitarios desde el Norte hacia el Sur; y nos proporciona un buen ejemplo sobre cómo funciona en el mundo real la agricultura de alta tecnología que Monsanto, Novartis, Aventis, Zeneca, etc. presentan como una bendición para la humanidad. La secuencia de los acontecimientos es la siguiente: en 1997, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) de Paraguay autorizó la entrada en el país de 84.000 bolsas con semillas de algodón de la empresa Delta Pine. Esto sucedía cuando el MAG ya había adquirido las semillas necesarias para la campaña algodonera 1997-98. Tales semillas carecían de valor comercial en EE.UU. en el momento de su introducción en Paraguay: para la empresa, constituían basura tóxica y biopeligrosa, un problema del que había que deshacerse. A partir del 27 de noviembre de 1998, durante más de diez días, enormes camiones descargaron en una parcela de una hectárea situada en Rincón-í (a unos 120 km. de Asunción, la capital de Paraguay) más de 660 toneladas de semillas de algodón caducadas, tratadas con cinco peligrosos plaguicidas (ORTHENE, LORSBAN, THIRAN, BAYTAN, TRIAZOL y APRON, compuestos por sustancias muy dañinas para la salud humana y para el medio ambiente) y una bacteria manipulada genéticamente. Según datos provenientes de la consultora norteamericana “TECHNOLOGY SCIENCES GROUP INC”, las semillas contenían 4.000 kilos de agrotóxicos. La bacteria transgénica (Bacillus subtilis) integrada a la semilla desechada en Rinconí, cuyo nombre comercial es Kodiak, produce una gran cantidad y variedad de antibióticos. Su función es proteger a la semilla del ataque de otras bacterias. “En cantidades normales, puede ser manejable, pero no en la barbaridad que se desechó en Rinconí”, señaló el ingeniero agrónomo Sebastiao Pinheiro. Este experto brasileño (director del Departamento de Agricultura y Salud de Rel-UITA) asegura que es la primera vez que se libera al ambiente una bacteria transgénica en cantidad tal que su reproducción resulta incontrolable. Al menos una persona, Agustín Ruiz, ha fallecido ya “por intoxicación aguda debida a contaminación con agrotóxicos” (según consta en su certificado de defunción). Los habitantes de Rincon-í, unos tres mil campesinos, denuncian que desde el vertido de las semillas padecen cefaleas, náuseas, debilidad, insomnio, vértigo, y que sus niños han perdido apetito y sufren de ronchas en la piel y en la boca. El médico asunceño Pablo Balmaceda efectuó análisis clínicos y de laboratorio por iniciativa individual sobre 74 habitantes del lugar, y concluyó que todas las personas estudiadas estaban intoxicadas con organofosforados. La parcela donde fueron esparcidas las semillas se encuentra a escasos metros de la escuela pública 459 Federico Becker, donde en el momento de producirse tan aberrante acción asistían a clase 262 alumnos. A comienzos de 1999, la comunidad formada por campesinos pobres se organizó en una Comisión de Defensa del Medio Ambiente y los Derechos Humanos que ha venido reclamando justicia y el amparo de sus derechos ante el poder judicial, autoridades departamentales y nacionales sin obtener resultados. Han tenido lugar numerosas movilizaciones. El Tribunal Ético contra la Impunidad (rama paraguaya), que se celebra anualmente auspiciado por la Asociación Americana de Juristas, ha decidido promover un juicio ético contra la empresa Delta and Pine. El Tribunal Ético, que se está reuniendo desde agosto de 1999 en Asunción, analizará el caso de más de 600 personas, entre ellos unos 200 niños, que fueron contaminadas por el vertido tóxico. Jorge Riechmann Más información: Gerardo Iglesias
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