La dispersión de miles de sustancias químicas por todos los rincones del planeta se está convirtiendo en uno de los problemas ambientales de más relevancia, hasta el punto que tanto la Agencia Europea de Medio Ambiente como la nueva Comisaria Europea la sitúan como uno de los principales retos al que nos enfrentaremos en los próximos años. En particular, la familia de los POPs, que se refiere a los contaminantes orgánicos que tienen un carácter persistente, se han situado a la cabeza de la lista por diversas razones. A pesar de que los riesgos de los POPs se conocen desde antaño (como cáncer, debilitamiento del sistema inmunológico y problemas de reproducción, entre los más importantes), cualquier intento de eliminarlos de nuestras vidas ha sido bloqueado por los fuertes intereses económicos de grandes empresas multinacionales.
El interés que este tema suscita para el sindicato, en primer lugar, es que el riesgo de exposición a los POPs comienza en el lugar de trabajo, pero es que además respiramos estas sustancias, las bebemos, las comemos...y se las transmitimos a nuestros hijos. Quizá uno de los peligros más alarmantes de los POPs sea que, por tender a persistir y acumularse en los tejidos grasos, almacenamos grandes cantidades de POPs a lo largo de nuestra vida, siendo la única vía conocida para liberarse de estas toxinas, en el caso de las mujeres, trasvasándolas a sus hijos a través de la placenta y durante la lactancia. En este sentido los POPs constituyen una seria amenaza para la salud y para futuras generaciones, tanto de seres humanos como de especies de animales que se han visto afectadas (focas, osos, aves...). Este riesgo llega hasta los habitantes del Círculo Polar Ártico, lugar donde las emisiones del mundo industrializado se han condensado e integrado a los ciclos de vida en mayor medida. Entre las gentes que pueblan el Ártico no sólo es la salud de algunos individuos la que se ve afectada, sino su propia supervivencia.
La tercera Sesión de las Naciones Unidas, celebrada recientemente en Ginebra, para elaborar un Tratado Internacional para la eliminación de ciertos POPs, ha culminado con un borrador de texto plagado con ambigüedades y lagunas (se seguirán usando en el tercer mundo algunos tóxicos como el DDT, prohibido en los países industrializados) debido a las fuertes presiones de las grandes multinacionales químicas así como al desprecio de muchos gobiernos hacia las verdaderas repercusiones del problema. CC.OO., que participó en la reunión, ha instado al Gobierno español a que elabore de inmediato un programa para la identificación y eliminación de la docena sucia contemplada en Ginebra, así como de otros POPs como los ftalatos o el pentaclorofenol.