Ante la falta de spónsores económicos al proyecto de Zabalgarbi y la creciente oposición de la población de Erandio (lugar donde se pretendía construir la incineradora), la diputación foral vizcaína decide en la primavera de 1997 centrar sus esfuerzos de gestión de RSU-s en un plan más «discreto » que los precedentes. En abril de este año se habla ya de una planta capacitada para generar 90 Mws. de electricidad mientras pretende dilapidarse anualmente unas 228.000 Tns. de basuras.
La ejecutiva de EA decide abandonar el proyecto y en el pleno foral celebrado en mayo del 97 PNV y PSOE se erigen en auténticos adalides de este nuevo plan que intenta adaptarse a las exigencias de un apoyo condicional del PP: revisión del emplazamiento y de la capacidad de generación eléctrica.
Por medio de la responsable de Medio Ambiente del ente foral, Mª Esther Solabarrieta, lleva realizándose en ETB y en otros medios de comunicación públicos (sufragados a cargo del erario público) una multimillonaria campaña de imagen del plan donde lo que prioritariamente va a ejecutarse es una costosísima incineradora. Como muestra un botón: 23.000 de los 32.000 millones (o sea, el 71%) previstos en ese nuevo plan gestor de basuras irán dirigidos a la quema de basuras. Estas son las «intenciones recuperadoras y recicladoras» de la DFV.
Los problemas de financiación y los derivados de la presión social (varios partidos políticos y la mayor parte de los sindicatos salvo ELA y UGT se oponen a la planta) inciden para que en junio del 97 se encuentre el «emplazamiento definitivo » en Artigas (cerca de Bilbao). Durante este verano se crean varios grupos vecinales en aquellas zonas más cercanas a Artigas y, por consiguiente, más directamente afectadas por las consecuencias negativas que comporta una planta de estas características.
Estos esfuerzos opositores se concretan en la creación de la plataforma Bizkaia Bizirik. Las principales reclamaciones de esta plataforma se basan fundamentalmente en la exigencia de la paralización del proyecto Zabalgarbi y en la celebración de un debate lo más plural posible (donde tomen parte organizaciones políticas, sociales, sindicales y ecologistas) en torno a las alternativas más limpias y ecológicas en el tratamiento de las basuras.
El contexto en el que surgen las incineradoras
A lo largo de lo últimos años se ha producido un incremento notable en la construcción de este tipo de plantas por toda la geografía estatal. En algunos casos gracias a la generación de una fuerte oposición de vecinos, ecologistas y de algún partido político se ha conseguido poner freno a los fuertes intereses económicos que priman sobre las mismas.
Como ya sucede en algunos núcleos urbanos densamente poblados: Son Reus en Mallorca o Valdemingómez en Madrid, la construcción de una macroincineradora en un área como el Gran Bilbao generaría un alto nivel de expectativas de hacer negocio a aquellas empresas capaces de avalar y gestionar estas plantas.
La entrada a última hora de la multinacional francesa Generales des Eaux con la aportación del 25% del capital privado de Zabalgarbi responde a esta lógica. Y el negocio, sin duda, es más redondo cuanto mayor es el número de toneladas de basura que logran quemarse.
La incineración es la «solución impecable » a la que importantes sectores políticos y económicos se han aferrado en la última época para vendernos la «eliminación » de un problema almacenado durante años y que amenaza con «comerse » literalmente a las ciudades si éstas no adoptan medidas urgentes como ya ocurriese en La Coruña. Lo que no se dice es que esta tecnología, ya utilizada en algunos países de Europa desde hace dos y tres décadas, está empezando a desecharse ahora ante los graves problemas ambientales y de gestión económica que están planteando.
Es, por tanto, el sistema ideal para seguir contribuyendo a la dinámica del crecimiento sin límites y del consumo por el consumo ya que, entre otras cosas, «crea energía eléctrica y ayuda a eliminar las basuras». Todo ello sin tener en cuenta, por supuesto, la ingente cantidad de materias primas y energía que se destruye, o los efectos ambientales derivados de la contaminación atmosférica y de suelos. A nadie se le podía haber ocurrido peor solución.
Hablar de alternativas sostenibles a las basuras es hablar y actuar YA sobre el principio de las 3 erres (Reducción, Reutilización y Reciclaje en la generación de residuos) y su aplicación de forma jerarquizada. Flaco favor ha hecho a este respecto la recién aprobada Ley de Envases en el Congreso de Diputados cuando se marcan objetivos muy cortos en la reducción y reutilización de envases o cuando no se prohíbe, por poner un ejemplo, un envase tan dañino como el PVC.
Jon Torre
(Miembro de la Plataforma ecologista Erreka y de Bizkaia Bizirik)