Cumbre de Kioto: los límites y los avances

CC.OO. ha valorado el acuerdo de reducción de un 5,2% logrado en Kioto como el primer compromiso vinculante respecto de las emisiones de gases de efecto invernadero y, en ese sentido, como un paso positivo respecto de lo que se anunciaba días antes de la cumbre, pero muy insuficiente respecto de los niveles de reducción que serían necesarios para “controlar” la presencia de dichos gases en la atmósfera y frenar, al menos, las alteraciones climáticas. Queda la esperanza de que en las próximas reuniones del Convenio (la siguiente es en Buenos Aires en noviembre del 98) los compromisos de reducción sean mayores que los alcanzados ahora. Así ocurrió con el Convenio sobre la capa de ozono, en que las evidencias científicas y la presión social obligaron a que en cada una de las sucesivas reuniones de las partes se fijaran objetivos de prohibición más estrictos. Lo peor del acuerdo alcanzado es que se dejan abiertas muchas ventanas para su incumplimiento. Un aspecto muy negativo es la posibilidad que se ha abierto de que algunos países, entre los que se encuentra el nuestro, puedan aumentar sus emisiones con el pretexto de que actúan agrupados entre ellos, como sucede, por ejemplo, con la llamada burbuja de la Unión Europea. Por otra parte no se establecen mecanismos suficientes para garantizar el cumplimiento de los objetivos de reducción ni las aportaciones de los países industrializados para contribuir financieramente a que los países del sur canalicen su desarrollo de manera sostenible, sin reproducir los modelos energéticos y de desarrollo convencionales que tantos problemas ambientales están generando. ¿ Qué hacer a partir de ahora ? Después de Kioto casi toda la sociedad ha tomado conciencia de que el cambio climático es un problema grave sobre el que es urgente actuar. Los Gobiernos y, por supuesto, la industria van a intentar “escaquearse” de adoptar políticas de reducción. En el Estado Español esto va a estar, además, amparado por el acuerdo europeo que permite aumentar las emisiones españolas. No obstante, el Protocolo de Kioto es vinculante y obliga a todos los países concernidos a adoptar medidas concretas en la energía, el transporte, la industria, los servicios y las viviendas que permitan reducir las emisiones. Tendremos que ser, una vez más, la sociedad quienes presionemos a todas las administraciones competentes (en industria, energía, transporte, vivienda, agricultura..) para que cada una en su nivel de competencias y responsabilidad tome medidas serias y concretas para que se produzca una reducción significativa y cuanto antes de los gases de invernadero. En el documento adoptado por los sindicatos y los ecologistas (publicado parcialmente en el anterior número de DAPHNIA con el título de “Ante el cambio climático: menos CO2”) se mencionan algunas de esas necesarias medidas. Este tema habrá de constituirse como uno de nuestros principales ejes de trabajo desde ahora hasta que se solucione el problema, es decir, previsiblemente durante bastante tiempo.

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